Publicado como
editorial por el diario La Nación de Asunción
Este
diario anunció, apenas se había anunciado la presentación del
proyecto de ley de reformas del Estado ,que se trataba apenas de
una maniobra tendiente a hacer creer que había intenciones de poner
al Paraguay en el camino de la modernidad, pero que el objetivo real
era mantener el statu-quo sin término.
Hoy,
los hechos han dado, otra vez, la razón a La Nación.
El
gobierno ilegítimo y usurpador jamás tuvo la menor intención de
llevar adelante las reformas. Desde luego que sin apoyo popular no se
puede hacer nada, y este gobierno es el más impopular de la historia,
pero se podía, por lo menos, enunciar bien el propósito. Desde el
planteo estuvo mal hecho porque en realidad lo que desea este gobierno
es dejar las cosas como están.
La
reforma del Estado tiene su comienzo en la Constitución. Si no se
habla
de reforma constitucional no se habla de reforma del Estado. En la
Constitución hay disposiciones que hay que hacer desaparecer y faltan
algunas indispensables. Es preciso que se establezcan los verdaderos
mecanismos de frenos y contrapesos y de limitación del poder público,
al mismo tiempo que es indispensable que se cambie por completo el
sistema de elección y control de los jueces, para organizar una
Justicia honesta, rápida y eficaz.
Nada
de eso se previó o siquiera fue anunciado. Se publicó un mamotreto
de seiscientas páginas llenas de expresiones de deseos absolutamente
incumplibles, y se le encargó la orientación y organización de la
reforma a una persona que nada sabe de ella.
Luego
de la reforma constitucional debió venir la organización de la
reactivación económica, que tiene su base en dos disposiciones
sucesivas; primero la desmonopolización total de la economía sin
excepción alguna y luego la privatización de las empresas públicas,
también sin excepción alguna, y bajo el régimen de pague y
lleve.
De
esto ni se habló, ni siquiera en los círculos empresariales, que se
encuentran todos organizados corporativamente y, por tanto, defienden
intereses oligopólicos. La competencia, base de la economía libre y
garantía de la tendencia a la baja de los precios, no le interesa a
nadie con poder en el Paraguay.
El
gobierno prefiere el dirigismo; los políticos prefieren tener
empresas públicas para colocar a sus incondicionales y operadores, y
el empresariado clama por la protección, solamente posible en un
sistema de falta de competencia.
El
hecho es que el Paraguay se está convirtiendo rápidamente en un país
inviable dentro de un mundo cada vez más globalizado y competitivo.
La sanción a esta mala conducta es el empobrecimiento, cada vez más
rápido, cada vez más profundo y cada vez más irreversible.
Lo
que se puede afirmar categóricamente es que el Paraguay no se
desarrollará en los próximos años y que su sociedad salvo los
grupos privilegiados que se empotren en el gobierno seguirá
empobreciéndose.
El
país seguirá siendo altamente inestable y la democracia real será
un sueño de algunos, muy pocos. En medio de la anarquía, el Paraguay
terminará, casi con certeza, devorado por sus vecinos.
Paraguay
es el enfermo de América, y no existe la menor esperanza de
curación porque hay una mayoría que se opone cerrilmente a
todo cambio, a toda reforma. |