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¿Por qué creo que Argaña no murió en el atentado?

Alberto Vargas Peña (F. Libertad) 

02 de octubre de 2000

    

 

No me referiré a la información confidencial que se me ha hecho llegar  y que requiere confirmación, porque sería muy fácil para quienes  sostienen la teoría del asesinato rechazar afirmaciones no documentadas. Me referiré exclusivamente a lo que se ha publicado por la prensa; que está confirmado por relato de testigos y que el juez de la causa no ha tenido en cuenta para nada.

Se dice que la camioneta que conducían al Dr. Luis María Argaña,  entonces vicepresidente de la Rca. del Paraguay transitaba sola, que estaba tripulada por tres personas, y que fue emboscada por un automóvil Fiat Tempra que le cerró el paso. Esta es la versión oficial que maneja el juez. Según esta versión el Fiat Tempra cerró el paso a la camioneta y de ella bajaron, disparando, tres sicarios.

El conductor de la camioneta frenó, puso la marcha atrás, y busco girar. El resultado de la maniobra fue que la camioneta quedó estacionada con la nariz hacia la calle y la cola contra una pared. El conductor, que había recibido una perdigonada, tuvo tiempo de abrir la puerta y escapar, casi ileso.

El Dr. Luis María Argaña venía sentado en el asiento trasero, del lado derecho. No hizo el menor intento de abrir la puerta, ni de correrse hacia la izquierda – hacia el lugar en que huía su conductor – ni de tratar de protegerse, ni de intentar repeler el ataque. Se quedó duro, sentado en la misma posición que tenía cuando una persona que lo saludaba mañana tras mañana, lo vió pasar por última vez.

El Dr. Luis María Argaña era karateca – hay que recordar la paliza que le aplicó al Dr. Fernando Levi Ruffinelli en la Cámara de Diputados -, era  deportista, jugaba al tenis – yo jugué con él y contra él muchas veces en el Club Náutico de San Bernardino y en el Yacht y Golf Club – y se mantenía en forma. Estaba delgado y no era persona de entregarse sin pelear.

Los atacantes salieron de un automóvil que se estacionó por lo menos a diez metros de la camioneta, que además retrocedió un par de metros para girar. Eso consta en el expediente. La perdigonada que hirió en la cara al conductor que salió corriendo, fue leve, ningún perdigón penetró más allá de la piel. Si hubiera sido disparada a corta distancia, unos cinco a siente metros, la perdigonada le hubiera arrancado la cabeza. Al no hacerlo hay que concluir que fue un tiro a distancia.

Mientras eso sucedía, los sicarios se acercaron a la camioneta, liquidaron al guadaespaldas de Argaña y supuestamente lo hirieron a él con cuatro impactos. Dos en el brazo, uno en el antebrazo y otro en la cadera. Los balazos, según los agujeros en la camioneta, fueron disparados de arriba para abajo.

Argaña no se movió, no trató de protegerse ni ocultarse. Se quedó sentado. Ningún disparo lo hizo saltar, como hubiera sido inevitable si le atinaban a corta distancia. Una bala calibre .38 disparada a cinco metros tiene un impacto muy fuerte. Argaña ni se movió. Permaneció sentado. No se desangró.

Los sicarios no abrieron la puerta sino que se limitaron a arrojar, debajo de la camioneta, una granada de mano, a la que olvidaron quitar el seguro. Si la granada hubiera explotado, hoy la historia oficial sería irrebatible. No hubiera quedado nada que examinar. Pero no explotó.

Acribillado a balazos el guardaespaldas todavía vivía y pedía auxilio cuando llegó la policía, casi quince minutos después. La policía que llegó, le pidió la cédula de identidad al moribundo mientras que a Argaña no lo auxiliaba nadie.

Todo esto está en el expediente y en el video que tomó un camarógrafo minutos después del atentado. En el mismo video se ve que Argaña recién pierde su mortal indiferencia cuando mueven la camioneta para extraer de ella al mal herido guardaespaldas. Entonces cae sobre su lado derecho, el mismo lado por donde se dice que penetraron las balas...

Pensando en esto, y no en los innumerables informes confidenciales que  a esta altura poseo, es que creo que Argaña estaba muerto cuando fue paseado en la camioneta la mañana del 23 de marzo de 1999.

          Pero puedo estar equivocado. ¿Cómo se comprobaría mi equivocación? Con una nueva autopsia. Las balas hablan y dirán si penetraron en un cuerpo muerto o en uno vivo. ¿Por qué el Fiscal de la causa se niega a un examen tan simple, que podrá decir a todos la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? 

 

 

    

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