No
me referiré a la información confidencial que se me ha hecho llegar y que requiere confirmación, porque sería muy fácil para
quienes sostienen
la teoría del
asesinato rechazar afirmaciones no documentadas. Me referiré
exclusivamente a lo que se ha publicado por la prensa; que está
confirmado por relato de testigos y que el juez de la causa no ha
tenido en cuenta para nada.
Se
dice que la camioneta que conducían al Dr. Luis María Argaña,
entonces vicepresidente de la Rca. del Paraguay transitaba
sola, que estaba tripulada por tres personas, y que fue emboscada por
un automóvil Fiat Tempra que le cerró el paso. Esta es la versión
oficial que maneja el juez. Según esta versión el Fiat Tempra cerró
el paso a la camioneta y de ella bajaron, disparando, tres sicarios.
El
conductor de la camioneta frenó, puso la marcha atrás, y busco
girar. El resultado de la maniobra fue que la camioneta quedó
estacionada con la nariz hacia la calle y la cola contra una pared. El
conductor, que había recibido una perdigonada, tuvo tiempo de abrir
la puerta y escapar, casi ileso.
El
Dr. Luis María Argaña venía sentado en el asiento trasero, del lado
derecho. No hizo el menor intento de abrir la puerta, ni de correrse
hacia la izquierda hacia el lugar en que huía su conductor ni
de tratar de protegerse, ni de intentar repeler el ataque. Se quedó
duro, sentado en la misma posición que tenía cuando una persona que
lo saludaba mañana tras mañana, lo vió pasar por última vez.
El
Dr. Luis María Argaña era karateca hay que recordar la paliza
que le aplicó al Dr. Fernando Levi Ruffinelli en la Cámara de
Diputados -, era deportista,
jugaba al tenis yo jugué con él y contra él muchas veces en el
Club Náutico de San Bernardino y en el Yacht y Golf Club y se
mantenía en forma. Estaba delgado y no era persona de entregarse sin
pelear.
Los
atacantes salieron de un automóvil que se estacionó por lo menos a
diez metros de la camioneta, que además retrocedió un par de metros
para girar. Eso consta en el expediente. La perdigonada que hirió en
la cara al conductor que salió corriendo, fue leve, ningún perdigón
penetró más allá de la piel. Si hubiera sido disparada a corta
distancia, unos cinco a siente metros, la perdigonada le hubiera
arrancado la cabeza. Al no hacerlo hay que concluir que fue un tiro a
distancia.
Mientras
eso sucedía, los sicarios se acercaron a la camioneta, liquidaron al
guadaespaldas de Argaña y supuestamente lo hirieron a él con cuatro
impactos. Dos en el brazo, uno en el antebrazo y otro en la cadera.
Los balazos, según los agujeros en la camioneta, fueron disparados de
arriba para abajo.
Argaña
no se movió, no trató de protegerse ni ocultarse. Se quedó sentado.
Ningún disparo lo hizo saltar, como hubiera sido inevitable si le
atinaban a corta distancia. Una bala calibre .38 disparada a cinco
metros tiene un impacto muy fuerte. Argaña ni se movió. Permaneció
sentado. No se desangró.
Los
sicarios no abrieron la puerta sino que se limitaron a arrojar, debajo
de la camioneta, una granada de mano, a la que olvidaron quitar el
seguro. Si la granada hubiera explotado, hoy la historia oficial sería
irrebatible. No hubiera quedado nada que examinar. Pero no explotó.
Acribillado
a balazos el guardaespaldas todavía vivía y pedía auxilio cuando
llegó la policía, casi quince minutos después. La policía que llegó,
le pidió la cédula de identidad al moribundo mientras que a Argaña
no lo auxiliaba nadie.
Todo
esto está en el expediente y en el video que tomó un camarógrafo
minutos después del atentado. En el mismo video se ve que Argaña
recién pierde su mortal indiferencia cuando mueven la camioneta para
extraer de ella al mal herido guardaespaldas. Entonces cae sobre su
lado derecho, el mismo lado por donde se dice que penetraron las
balas...
Pensando
en esto, y no en los innumerables informes confidenciales que
a esta altura poseo, es que creo que Argaña estaba muerto
cuando fue paseado en la camioneta la mañana del 23 de marzo de 1999.
Pero puedo estar equivocado. ¿Cómo se comprobaría mi equivocación?
Con una nueva autopsia. Las balas hablan y dirán si penetraron en un
cuerpo muerto o en uno vivo. ¿Por qué el Fiscal de la causa se niega
a un examen tan simple, que podrá decir a todos la verdad, toda la
verdad y nada más que la verdad?
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