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PREGÚNTENLE A MCFARLAND...

Alberto Vargas Peña (miembro de la Fundación Libertad)

El Sr. Stephen Mc Farland, Encargado de Negocios de la Embajada de los Estados Unidos de América se ha convertido en el constitucionalista más destacado de la República del Paraguay, en el elector supremo y el director de toda la política del gobierno ilegítimo y usurpador que los estadounidenses nos endilgaron en marzo de 1999.

Como ahora se discute el problema de las reformas, nada mejor que preguntarle al Sr. Mc Farland cómo quiere que se hagan.

El pueblo paraguayo ha dejado de importar en este mundo donde la hegemonía de los Estados Unidos es única, indiscutible y universal.

Ha dejado de tener voz y voto en sus asuntos internos – pocas veces los tuvo, pero por lo menos se hacía la ilusión de tenerlos – y los partidos y los protagonistas políticos enderezan sus ideas de tal modo que caigan bien en el "imperio".

Roma ha resucitado en Washington y los paraguayos no podemos substraernos a su poder.

Yo que soy privatista "outrance" me siento con ganas de renegar mis saludables ideas acerca de la buena economía porque me asquea que me dirijan la vida.

No veo qué diferencia hay entre la dictadura de Stroessner – a quien si no se le disputaba el poder político ni se lo sentía – y la de Mc Farland. Los dos me han quitado la facultad de decidir mi propio destino. Por lo menos Stroessner era paraguayo.

¿Quién es Mc Farland para decirme lo que tengo que hacer, decir o pensar? Un funcionario de tercer orden en el imperio, a quien nadie conoce en Estados Unidos o el Departamento de Estado; tal vez el sobrino de algún importante político estatal que le trae regalos a Clinton, o algunos votos.

Pues ese don nadie decide qué se ha de hacer en la República del Paraguay, que dice que es independiente.

Quizá Mc Farland sea pariente de Mónica Lewinsky, y extraiga de allí su importancia en el extremo marginal de la geografía dominada por el imperio.

Lo cierto es que Mc Farland habla y el gobierno paraguayo, que de ilegítimo no puede más, se arrodilla y grita: Salve Cesar! Y obedece.

Entonces me pregunto yo para que existen todas las estructuras carísimas, prebendarias y corruptas que mantiene el pobre paraguayo, si tenemos un dios al alcance del teléfono.

¿Acaso no bastaría, en estas condiciones, llamar a la embajada de los Estados Unidos y preguntarle al Sr Mc Farland qué tenemos que hacer hoy? Por lo menos sería mucho más barato y eficaz que lo que tenemos hasta ahora.

Me parece sensato proponerle al Congreso golpista, que se prosternó ante los Estados Unidos en marzo de 1999, que sancione una ley de un solo artículo que transfiera de una buena vez todos los poderes al Sr Mc Farland.

El ha demostrado que no solamente es diplomático sino economista, constitucionalista, político, todo. Teniendo un dios a mano, ¿para qué complicar la cosa?

Dejémonos ya de perder el tiempo pensando – cosa que no sabemos hacer – en la forma de solucionar nuestras crisis. Todo lo tenemos a mano y fácil. Preguntémosle a Mc Farland.