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Las publicaciones de La Nación

Alberto Vargas Peña (F. Libertad) 

01 de diciembre de 2000

  

La Nación de Asunción está publicando una serie de documentos  originados en la Policía Nacional que arrojan una luz siniestra sobre lo que ocurrió en la plaza del Congreso en marzo de 1999. Poco a poco se va dibujando la conjura y van apareciendo los responsables, gracias a los documentos que hoy aparecen por primera vez.

En realidad muchos sabían lo que ocurrió en aquella noche de marzo de 1999, pero no tenían documentación para probar lo que sabían. Yo mismo había denunciado una y otra vez que la gente fue llevada engañada a la plaza – dicen que Juan Carlos Wasmosy puso cerca de cien mil dólares para mantener a los campesinos que habían venido engañados por Luis González Macchi bajo la promesa de condonación de sus deudas, en Asunción – que hubo una patota bien entrenada por Francisco de Paula Oliva y una desinformación general manejada desde Radio Uno por Herminia Feliciángeli, Victor Benitez y Carlos Niz. Se sabía que hubo un grupo fuertemente armado, bajo el mando de Walter Bower y del Gral. Morel Garay, que se apoderó del edificio del Senado y se atrincheró en el tejado, y que en la Iglesia Catedral de Asunción se había establecido un cuartel general, con armas , explosivos y una suerte de estado mayor.

Se sabía que los senadores Luis Mauro y Francisco de Vargas y el diputado Franklin Boccia azuzaban a los jóvenes patoteros para que atacasen a la Policía. Se sabía que los primeros disparos partieron del tejado del Senado. Todo eso se sabía, pero no se podía comprobar. Ahora La Nación está publicando las evidencias de modo que no solamente ya se sabe, sino que está comprobado. Ha dejado de ser un rumor para ser una certeza. El viernes negro de marzo de 1999 hubo una conjura para derribar el gobierno constitucional en la que participaron militares – el Gral. Carlos Caballero Camacho – diplomáticos – Maura Harty embajadora de Clinton -, el Ministro del Interior Carlos Cubas hermano del entonces presidente de la República, y casi la totalidad de los miembros del Congreso. Los muertos de esa noche, cayeron , no por la acción de franco tiradores asesinos, sino porque era necesario a los fines de los conjurados.

Coincidentemente con lo que sucedía en la plaza del Congreso Radio Uno desinformaba al pueblo y hacía creer que se trataba de un asesinato en masa, perpetrado contra pacíficos jóvenes que se manifestaban para “defender la democracia” Y en ese episodio otra vez aparecen Herminia Feliciángeli, Victor Benitez y Carlos Niz, todos a sueldo de Juan Carlos Wasmosy.

El comandante de la patota de jóvenes, sacrificados algunos por sus propios instigadores, fue Francisco de Paula Oliva, sacerdote católico, conocido agitador marxista.

El episodio de la plaza era indispensable porque ni con el asesinato del Dr. Luis María Argaña – que no se sabe si fue asesinato o aprovechamiento de una muerte natural – se iba a producir la condena en juicio político al presidente Raúl Cubas Grau. Era preciso un martillazo más, y ese martillazo fue el nefando episodio de la plaza.

Los conjurados compraron jueces y presentaron testigos falsos e  hicieron todo un esfuerzo sobrehumano para conseguir que los procesos se  cerraran antes que aparecieran las evidencias. Todo en vano, porque las evidencias han aparecido y son condenatorias. Los asesinos e instigadores, los cómplices y los ideólogos, no quedarán impunes.

     

   

    

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