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De la prohibición del endeudamiento externo y la intangibilidad del presupuesto

Alberto Vargas Peña (F. Libertad) 

01  de febrero de 2001

En mi proyecto de Constitución propongo dos medidas claves: La prohibición absoluta –salvo caso de guerra internacional – de la contratación de créditos externos y la intangibilidad del Presupuesto so pena de destitución inmediata. ¿Qué busco con ello?

Primero acabar con las deudas externas susceptibles de ser dilapidadas. La experiencia paraguaya y latinoamericana es que la deuda externa no

ha redundado en beneficio de las sociedades sino de algunos funcionarios de los gobiernos, y que su servicio, implacablemente reclamado por los organismos financieros internacionales, es un ancla que impide el desarrollo.

         La deuda externa es inmoral. Y lo es porque los organismos financieros internacionales no prestan con el ánimo de beneficiar a las naciones sino a los funcionarios de sus gobiernos, y no prestan de acuerdo con las condiciones existentes en un país determinado sino de acuerdo con las comisiones que reciben, por autorizar los préstamos, los funcionarios de los organismos citados.

La prohibición de endeudar al país es clave para el desarrollo, y requerirá gobernantes capaces de administrar bien lo que se tiene, y de acrecentarlo.

          Segundo, se busca la imposibilidad de que una acción legislativa otorgue fondos especiales para circunstancias especiales mediante ampliaciones presupuestarias. No importa lo que suceda – salvo una guerra internacional o una calamidad pública de características desastrosas – el Presupuesto debe ser intangible, férreo, inamovible.

Por supuesto, debe ser equilibrado, esto es, sin déficit, cuya existencia deberá determinar la destitución del gobernante y su encarcelamiento inmediato.

         Sin estas dos medidas, que deben ser inflexibles, el Paraguay por lo menos, no podrá salir de la situación en que se encuentra. Hay que obligar al gobierno a ser pobre, para que la sociedad pueda enriquecerse. Hay que evitar que el gobierno dilapide el dinero, para que la sociedad pueda recibir la contrapartida del pago de sus impuestos.

El gobierno es el verdadero enemigo del desarrollo y hay que limitarlo, constreñirlo, encadenarlo y prever sanciones muy severas, para que la sociedad pueda ser libre y próspera.

         La democracia no es el gobierno del gobierno, sino el gobierno del pueblo. No el gobierno que se da el pueblo, sino el gobierno que dirige y orienta el pueblo. No el gobierno elegido sobre el pueblo, sino el gobierno elegido para que obedezca al pueblo. Si se le da el control irrestricto del dinero al gobierno, este prevalecerá sobre el pueblo.

         Creo que con las medidas económicas que propongo el gobierno ya no hará “economía” sino que tendrá que adecuarse a las “finanzas” que se le conceden. Entonces no tendrá capacidad sino para administrar bien, y dejaremos de ver funcionarios pletóricos reinando sobre una sociedad hambreada. 

  

    

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