En
mi proyecto de Constitución propongo dos medidas claves: La
prohibición absoluta salvo caso de guerra internacional de
la contratación de créditos externos y la intangibilidad del
Presupuesto so pena de destitución inmediata. ¿Qué busco con
ello?
Primero
acabar con las deudas externas susceptibles de ser dilapidadas. La
experiencia paraguaya y latinoamericana es que la deuda externa no
ha
redundado en beneficio de las sociedades sino de algunos
funcionarios de los gobiernos, y que su servicio, implacablemente
reclamado por los organismos financieros internacionales, es un
ancla que impide el desarrollo.
La deuda externa es inmoral. Y lo es porque los organismos
financieros internacionales no prestan con el ánimo de beneficiar a
las naciones sino a los funcionarios de sus gobiernos, y no prestan
de acuerdo con las condiciones existentes en un país determinado
sino de acuerdo con las comisiones que reciben, por autorizar los préstamos,
los funcionarios de los organismos citados.
La
prohibición de endeudar al país es clave para el desarrollo, y
requerirá gobernantes capaces de administrar bien lo que se tiene,
y de acrecentarlo.
Segundo, se busca la imposibilidad de que una acción
legislativa otorgue fondos especiales para circunstancias especiales
mediante ampliaciones presupuestarias. No importa lo que suceda
salvo una guerra internacional o una calamidad pública de características
desastrosas el Presupuesto debe ser intangible, férreo,
inamovible.
Por
supuesto, debe ser equilibrado, esto es, sin déficit, cuya
existencia deberá determinar la destitución del gobernante y su
encarcelamiento inmediato.
Sin estas dos medidas, que deben ser inflexibles, el Paraguay
por lo menos, no podrá salir de la situación en que se encuentra.
Hay que obligar al gobierno a ser pobre, para que la sociedad pueda
enriquecerse. Hay que evitar que el gobierno dilapide el dinero,
para que la sociedad pueda recibir la contrapartida del pago de sus
impuestos.
El
gobierno es el verdadero enemigo del desarrollo y hay que limitarlo,
constreñirlo, encadenarlo y prever sanciones muy severas, para que
la sociedad pueda ser libre y próspera.
La democracia no es el gobierno del gobierno, sino el
gobierno del pueblo. No el gobierno que se da el pueblo, sino el
gobierno que dirige y orienta el pueblo. No el gobierno elegido
sobre el pueblo, sino el gobierno elegido para que obedezca al
pueblo. Si se le da el control irrestricto del dinero al gobierno,
este prevalecerá sobre el pueblo.
Creo que con las medidas económicas que propongo el gobierno
ya no hará economía sino que tendrá que adecuarse a las
finanzas que se le conceden. Entonces no tendrá capacidad
sino para administrar bien, y dejaremos de ver funcionarios pletóricos
reinando sobre una sociedad hambreada.
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