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La estabilidad y EEUU

Enrique Vargas Peña

31 de octubre de 2000

 

El embajador norteamericano David Greenlee se entrevistó con el vicepresidente de la República, Julio César Franco y, al término de la reunión, dijo que el líder liberal había hecho la apuesta correcta por la estabilidad.

         Desde un cierto punto de vista, la aseveración del representante diplomático es verdadera. Los culpables de tener el gobierno que tenemos somos nosotros, que no hemos sabido darnos mejores mecanismos institucionales.

         Esto último se refiere concretamente a la Corte Suprema de Justicia, que fue elegida en virtud de un acuerdo político para beneficiar intereses políticos. Y la Corte eligió al senador González Macchi en lugar del pueblo.

         En otro sentido, sin embargo, la posición del embajador norteamericano es falsa, pues mantener a un gobierno sobre cuya ineptitud hay un acuerdo que incluso llega a la familia Argaña, en cuyo nombre conquistó el poder el actual gobierno, es difícilmente equiparable a una situación de estabilidad.

         De hecho, la incompetencia que todo el mundo ve en el gobierno es el más importante factor de inestabilidad que afecta al Paraguay de hoy.

         Lo que el embajador Greenlee dijo realmente, pues, es que el gobierno de González Macchi es el aliado con el que los norteamericanos prefieren trabajar, independientemente de lo que piense el pueblo paraguayo e independientemente de lo que le ocurra.

         Pero, desde luego, es responsabilidad de las fuerzas democráticas paraguayas el hecho de que no hayan aprendido aún que en un mundo globalizado lo que dice el gobierno de Estados Unidos es un factor a tener en cuenta, cosa que sí aprendió, y bien, el presidente González Macchi.

         Parece innecesario tener que repetir lo que es obvio: las potencias extranjeras juegan, todas, su propio juego en beneficio de sus propios intereses y lo mismo haría el Paraguay de tener un gobierno representativo.

         Por tanto, disgustarse por el apoyo que Estados Unidos otorga al gobierno con el que trabaja mejor o más cómodo, más que una ingenuidad es una estupidez.

         No hay un solo precedente histórico, ni una sola regla constitucional o legal en Estados Unidos que obligue a sus gobiernos a dejar de favorecer a sus amigos y aliados.

         El vicepresidente Franco, tal vez, se encuentre haciendo esta misma composición de los hechos, preparándose para entender cabalmente lo que los norteamericanos quieren del Paraguay.

         Y estar atentos a ese mensaje puede parecer poco digno, puede lucir lamentable, pero es lo práctico y es lo que deberían hacer todos los participantes del juego político paraguayo, pues o aprendemos de una vez las reglas del mundo globalizado o nos condenamos a nosotros mismos a que nos impongan gobiernos que le parecen ineptos a todos los paraguayos. 

    

   

 

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