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El orden feudal

Enrique Vargas Peña

Es público y notorio, cualquiera puede verlo, que desde el infausto marzo paraguayo hay un incremento sustantivo en el número de protestas callejeras, de huelgas y de otras medida de fuerza sectoriales en el país.

Es posible explicar este fenómeno de muchas maneras. La más usada es la de atribuirlo al franco deterioro de las condiciones económicas del Paraguay debido principalmente a la ineptitud del actual régimen.

Sin embargo, a mi juicio, una explicación más comprensiva del fenómeno se obtiene al atribuirlo a un proceso de feudalización en la sociedad paraguaya debido al estado de arbitrariedad consagrado por la Corte Suprema de Justicia desde fines de 1997.

Aquí existe una idea incompleta e idealizada de lo que es el "orden feudal" que surge de la imagen que tenemos del Oscurantismo tardío en Europa (desde el año 1100 hasta el 1400 aproximadamente), con sus castillos elegantes, sus torneos de caballería, sus alegres y refinadas doncellas y sus trovadores.

Esa fue la fase terminal del feudalismo europeo.

Sin embargo, "orden feudal", propiamente hablando, es algo muy distinto. Nace de la descomposición del sustento moral de la autoridad del Estado, cuyos detentadores se ven obligados a recurrir cada vez más a la fuerza bruta y a la arbitrariedad para mantener algún poder.

Hay ejemplos clásicos de orden feudal: el período durante el cual el Antiguo Imperio cayó en Egipto, dando lugar al Imperio Medio o el siglo anterior al triunfo del comunismo en China.

El caso más conocido y más estudiado en Occidente es, por supuesto, el de la caída del Imperio Romano: entre la muerte de Heliogábalo y la consolidación de Diocleciano, el Imperio Romano se suicidó en una crónica guerra civil que tuvo como efecto principal el reemplazo de lo que podría llamarse "Estado de Derecho" por un "Estado de Arbitrariedad".

La "reforma" de Diocleciano (abrogación de la constitución imperial-republicana, establecimiento de la monarquía de derecho divino, estatización de los medios de producción, reconocimiento de las corporaciones productivas como instrumentos de la política del Estado, legalización de los contratos de autodefensa -lo que posteriormente se conoció como "contrato feudal"-) es, simplemente, el reconocimiento formal de un nuevo orden que no se basa ya en las leyes heredadas de la República y del Imperio republicano, sino en la fuerza y en la arbitrariedad.

Allí no hay ya ciudadanos. Hay solamente poderosos o siervos. Los siervos mantienen a los poderosos con su trabajo. El acceso al poder es un acto de fuerza y hay espacios de poder determinados por la potencia de quienes los ocupan.

Esto es lo que está sucediendo en el Paraguay de marzo. La lógica democrática en que tratábamos de vivir desde 1989 fue violentamente reemplazada por otra, feudal. Cada cual trata de preservar su espacio, de ahí las crecientes protestas corporativas; los poderosos imperan impunes, la arbitrariedad es la ley.

A los ingenuos que mantienen algún optimismo les recuerdo cómo terminó la "reforma" de Diocleciano, bendecida por la Iglesia Católica apenas ocho años después de la muerte de aquel: la decadencia general no se detuvo un solo instante mientras sí se detuvo todo progreso económico, social, científico y cultural.

Occidente entró en la Edad del Oscurantismo, que duró mil años. Oscurantismo significa no solamente que se hubiera llegado a olvidar que la Tierra era redonda, sino que desaparecieron la moneda, las rutas, la navegación, el comercio, la medicina.

A los que creen que no puede suceder, les invito a observar lo que pasa en Haití o en Chad. Hacia allí vamos.