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Abolir el sistema de listas

Enrique Vargas Peña

Después de ocho años de funcionamiento del sistema de listas perfecto, o de representación proporcional D'Hont, establecido en la Constitución de 1992, se ha formado un notable consenso en el Paraguay: los órganos legislativos colegiados, Congreso, Juntas Departamentales y Municipales, no representan adecuadamente al pueblo.

Incluso los medios de comunicación que defienden siempre las bases y las posiciones del vigente régimen se lamentan con frecuencia cada vez mayor, de lo mal que funciona la representación del pueblo en sus tres niveles.

Esto no sucede porque los paraguayos seamos infradotados o alguna especie de seres humanos inferiores, como sostienen algunos intelectuales afines al oficialismo y algunos agentes diplomáticos.

Sucede porque así lo determina el sistema de listas y representación proporcional. Y no solamente sucede aquí, sino en todas partes. Todos los países y sociedades que lo han adoptado han enfrentado o están enfrentando la quiebra de la confianza pública hacia las instituciones integradas de ese modo.

El sistema de listas y representación proporcional establece, por definición, la tutela de las cúpulas políticas en el proceso de gestación de la representación del pueblo. Ni el mecanismo del "voto directo", el mejor dentro de este sistema, evita que las cúpulas de los movimientos internos de las organizaciones políticas tutelen el proceso de nominación de candidaturas.

Al hacerlo, establece una relación de dependencia entre el candidato y la cúpula que lo nomina y apoya, relación que desplaza y hace desaparecer a la que debe existir directamente entre él, el candidato, y el electorado.

En consecuencia, más allá de las declaraciones retóricas que hacen de cuando en cuando, los elegidos mediante el sistema de listas y representación proporcional no están directamente vinculados a sus electores, sino a las cúpulas a las que se deben, a las que dispensan mayor atención que a la gente.

Pero además, el sistema de listas y representación proporcional tiene otro problema, más grave: establece la irresponsabilidad política del elegido.

La responsabilidad política es un esquema mediante el cual el mandatario se ve impulsado a devolver el mandato que desempeña si rompe la confianza que los mandantes, los electores, han depositado en él.

Como el sistema de representación proporcional difumina completamente el mandato en una lista, el elegido a través de ella carece de referencias ciertas que le indiquen cuál es el marco de confianza al que debería, de otro modo, atenerse. En el mejor de los casos, el elegido reemplaza ese marco por las ordenes del partido, una corporación que no es el pueblo.

En síntesis, el sistema de listas y representación proporcional impide de dos maneras, en el orígen y en el funcionamiento, el vínculo que debe existir entre elector y elegido y es, por eso mismo, el instrumento clásico de las oligarquías políticas para adueñarse del Estado, siendo posible decir que a mayor pureza del sistema corresponde menor participación popular.

Por tanto, el restablecimiento de la democracia en el Paraguay exige la abolición del sistema de listas y representación proporcional y su reemplazo por el sistema de representación territorial uninominal directo, como existe en Estados Unidos, Inglaterra o Francia.