Aunque
se sabía, al menos desde los tiempos en que Juan Carlos Wasmosy era
presidente de la República, que el Presupuesto General de Gastos de
la Nación es una ley que nadie cumple, nunca antes de ahora se había
asumido de manera tan abierta que ese instrumento central de la
democracia es papel mojado para el Estado paraguayo.
El
27 de diciembre se reunieron en la residencia presidencial
Mburuvichá Róga el presidente de la República y los
presidentes de ambas cámaras del Congreso para decir, públicamente
y sin ponerse colorados, que la ley de Presupuesto aprobada por el
Legislativo, que en teoría insumió el trabajo por el que se
justifican los salarios de los diputados y senadores y que es la razón
de ser de ese Poder, será modificada los más rápidamente que les
sea posible para gastar más según lo permitan las
recaudaciones.
Esto
es lo que afirmó textualmente Juan Roque Galeano, presidente del
Congreso.
¿Qué
es lo que Juan Roque cree que es el Presupuesto? ¿Nadie le enseñó
acaso lo que significa la Ley del Presupuesto?
La
Ley del Presupuesto General de Gastos de la Nación no es solamente
la base para llevar adelante la administración pública. Es,
principalmente, el permiso que los ciudadanos otorgan al gobierno
para gastar su dinero, el dinero de los ciudadanos.
El
hecho de que el sistema de representación sea en el Paraguay una
lamentable parodia que impide al pueblo ejercer el Poder Legislativo
porque en su lugar lo ejercen los paniaguados de algunos caciques
políticos, no modifica la naturaleza de la Ley del Presupuesto.
Si
en el Paraguay los diputados y los senadores fueran realmente
representantes del pueblo, en vez de ser delegados de los jefes
partidarios, hubieran trabajado para que el Estado gaste menos y
gaste mejor para que sus representados tuvieran que pagar menos
impuestos y recibir mejores servicios.
Pero
aquí lo único que buscan los senadores y diputados es cómo
sacarle plata al contribuyente para gastar cada vez más, en ellos,
en sus clientes, en sus amigos, en sus protectores y en sus
financistas.
Y
así le va al país, sumido en una recesión crónica que lleva ya
casi veinte años y que se agudiza sin pausa desde hace tres.
¿Por
qué supone Cándido Vera Bejarano, presidente de los diputados, que
el país está así? ¿Por la gracia de Dios? ¿Por la influencia de
Satanás? ¿Por qué los brasileños son malos?
Pues
el Paraguay no está mal tanto por cualquiera de esas causas, como
porque nadie defiende al pueblo de los abusos oficiales. Nadie
impide que el Estado se devore todos los recursos que produce la
sociedad a una velocidad mayor que la que le permitiría reponerlos
y para fines que ella no decide ni quiere. Nadie defiende el
bolsillo de los contribuyentes aunque a él, a Vera Bejarano, se le
paga muy bien para que lo haga.
El
anuncio producido el 27 de diciembre, acerca de que no se cumplirá
la Ley del Presupuesto sancionada constituye una prueba más sobre
la inexistencia de democracia en el Paraguay: el Estado, por medio
de sus más altos exponentes, reconoce que gasta arbitrariamente y
que recauda en función de esa arbitrariedad sin importar lo que
quieran o lo que puedan los contribuyentes.
Esa es la causa que llevó a los ingleses a la Revolución de 1215.
Sería bueno que en el Estado traten de adivinar qué pasó ese año
en Inglaterra.
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