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Ni Franco ni Wagner

Enrique Vargas Peña

28 de abril de 2000

 

Yoyito Franco y Luis Alberto Wagner definen este domingo cuál de ellos será el candidato del Partido Liberal Radical Auténtico para la elección del 13 de agosto que decidirá la vice presidencia de la República.

Aunque Franco ha insinuado que, de acuerdo a las circunstancias, podría sugerir la posibilidad de pedir al senador Luis González Macchi que se aparte del poder, lo concreto es que tanto él como Wagner han resuelto no usar la elección de agosto como un plebiscito sobre el régimen establecido el 28 de marzo de 1999.

         Al contrario, Franco y Wagner pretenden obtener, en la elección interna del PLRA, un pasaporte que les permita volver al lugar de donde se vieron obligados a salir por mandato de la convención de su partido, negando a los radicales auténticos, y a los paraguayos, la oportunidad de pronunciarnos con votos sobre el desastroso gobierno que sufrimos.

         Cualquiera de ellos, el que resulte ganador hoy, llegará a la elección del 13 de agosto sin la más mínima intención de cambiar el régimen, disputando con Félix Argaña quién es el que más méritos hace para consolidar “el legado de marzo”.

Y la verdad es que las cosas no podían ser de otra manera.

Franco, Wagner y todos los dirigentes del PLRA, incluidos Laíno o Pancho De Vargas, están comprometidos hasta los tuétanos con la construcción de la dictadura que sufrimos y sirvieron fielmente a sus propulsores al menos desde setiembre de 1997.

Franco y Wagner cuestionan hechos tales como que Martín Chiola despidió a algunos recomendados de ellos, pero guardan silencio sobre sus adversarios políticos presos, sobre los periodistas hostigados, sobre los derechos civiles conculcados.

Los dirigentes radicales han sido peones fundamentales en la trama urdida para desconocer la voluntad del pueblo paraguayo y restringir, y mantener restringido, su derecho a elegir gobernantes.

Son culpables, como el que más, del desquiciamiento de la República del que ahora se quejan con fines publicitarios, como si el país no recordara perfectamente que fueron ellos, los dirigentes del PLRA, quienes dieron apoyo a todas las barrabasadas que terminaron en este empantanamiento nacional.

¿Por cuál acto de magia adquirirían ahora de nuevo los principios que abandonaron para medrar con la coalición de marzo, en la que, por lo que se ve, desean fervientemente continuar?

En un festival de vacuidad pocas veces visto en la historia, Franco y Wagner están prometiendo arreglar el país desde el régimen, cuando todo el mundo puede ver que el problema del Paraguay es el régimen mismo y que este problema no puede solucionarse persistiendo en él.

Los afiliados radicales auténticos dieron un mandato a su dirigencia: pasar a la oposición. Este mandato debía y podía usarse para dar al país la oportunidad de plebiscitar el régimen en la elección del 13 de agosto. Eso es hacer oposición.

Da pena ver las contorsiones que Franco y Wagner realizan para no hacerlo, buscando que la familia Argaña se digne a considerarlos; que el señor Wasmosy les arroje algún mendrugo o que su discurso se ajuste a las nuevas ordenes de Estados Unidos, expresadas por Peter Romero.

          La libertad del Paraguay nada les deberá pues ni Franco ni Wagner representan el cambio.

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