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Privilegios pedidos

Enrique Vargas Peña

27 de julio de 2000

  

Los directivos de la sociedad que controla la empresa que antes funcionaba bajo el nombre de Aceitera Itauguá han solicitado al ministro de Industria y Comercio, Euclides Acevedo, “un sinceramiento del tipo de cambio” para facilitar sus exportaciones.

         Parece increíble que a esta altura de los acontecimientos se produzcan todavía este tipo de reclamos, considerando la vasta y catastrófica experiencia histórica en la materia.

         La devaluación del tipo de cambio para favorecer las posibilidades de exportación de algún sector económico no es más que un subsidio, cuyo costo se carga a toda la sociedad para enriquecer a unos pocos que han sido tan malos empresarios que sus productos son incapaces de competir internacionalmente sin esa ayuda.

         La competitividad no se logra a costa del poder adquisitivo de toda la sociedad y la existencia de “empresarios” que realicen esos reclamos, y de gobiernos que los escuchen, indica la persistencia de la cultura mercantilista y de la connivencia entre el Estado y los privilegiados que son su base social, indicación mucho más elocuente que los cien discursos que pronuncian por día los supuestos propulsores de la reforma modernizadora del Estado.

         En un tiempo en el que parece remanido repetir que la competitividad está relacionada al logro de mayor eficiencia productiva (productividad) y menores costos, la dictadura paraguaya deliberadamente presta oídos a quienes pretenden conquistar mercados cargando su incompetencia sobre todos los demás, a los que se impone así un costo país que, de no existir, tal vez les permitiría competir.

         Ese es en el fondo el problema de las dictaduras y de las seudo democracias: los gobiernos otorgan, establecen, mantienen y operan privilegios que benefician a muy pocos e impiden a los realmente competentes salir al mundo, al imponerles el pago de aquellas prebendas disfrazadas de estímulos a e iniciativas para la producción.  

 

 

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