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El régimen y nuestros recursos

Enrique Vargas Peña

La ciudadanía está pudiendo observar en estos agitados días la manera en la que el régimen presidido por el senador Luis González Macchi resuelve los problemas que le molestan.

Hay que puntualizar y recalcar eso: los problemas que le fastidian, que, ciertamente, no son todos, ni mucho menos, los problemas del país.

Producido un reclamo de cualquier grupo organizado de ciudadanos que irrite al régimen, el senador lo aplaca prometiéndole recursos públicos para cuya obtención endeuda cada vez más al fisco, ya mediante empréstitos externos, ya mediante meros asientos contables.

Esto significa, lisa y llanamente, que cuando el senador González Macchi no está devaluando el guaraní, está cargando a nuestros hijos y nietos con los costos de su lamentable gobierno: las próximas generaciones de paraguayos estarán obligadas a pagar las promesas que se hacen a los ciudadanos capaces de estorbar al régimen; la actual es obligada a pagar el no consentido impuesto inflacionario.

No todos los paraguayos tienen posibilidad de organizarse para llamar la atención del senador González Macchi. En realidad, muy pocos pueden hacerlo.

Están organizados algunos campesinos, cien o doscientos mil sobre una población rural de dos o tres millones; algunos trabajadores urbanos, también cien o doscientos mil sobre una población urbana económicamente activa de más de un millón; algunos empresarios, mil o dos mil sobre más de treinta y cinco mil existentes.

De los que están organizados, muy pocos a su vez tienen posibilidades de movilizarse efectivamente para hacerse notar por el régimen sin que nadie haya logrado hacerlo sin afectar el orden público.

Esto sucede porque desde el 28 de marzo de 1999 los canales democráticos de participación popular han sido deliberadamente restringidos y fueron reemplazados por un esquema feudal de organización social.

El sistema feudal se caracteriza por empujar a resolver la divergencia de intereses por medio de la fuerza: a mayor fuerza, mayor beneficio.

Eso explica que alguna organización campesina haya logrado promesas por un monto superior a los doscientos millones de dólares. Ella fue capaz de imponer sus prioridades y el régimen de González Macchi fue incapaz de garantizar las prioridades de todos los demás.

El senador no puede garantizar nada al conjunto porque no tiene legitimidad democrática. Se debe a los poderes fácticos que lo instalaron donde está y no a los votos de los ciudadanos paraguayos.

La solución que proponen numerosos exponentes del régimen, principalmente la Iglesia Católica con su proyecto "Paraguay Jaipotáva", es profundizar el modelo agremiando a todo el mundo y estableciendo una coordinadora de corporaciones que administre las asignaciones públicas. Esta institucionalización del feudalismo se denomina fascismo.

Pero es una solución sin libertad. Allí gobierna el Consejo de Estado de Estigarribia o la Cámara de los Fascios de Mussolini. También es una solución sin justicia, porque el Estado Corporativo destruye la movilidad social. Y, a la larga, como lo demuestran las experiencias mencionadas y otras, es una solución sin prosperidad.

La solución con libertad, justicia y prosperidad es la democracia, en la que las personas, y no los grupos de presión, eligen a sus mandatarios para establecer, por mayoría y periódica y controladamente, las prioridades para el gasto de los recursos públicos.