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La batalla que EEUU elude

Enrique Vargas Peña  

25 de setiembre de 2001

El pasado jueves 20, el presidente de Estados Unidos, George Bush, pronunció ante una sesión extraordinaria del Congreso norteamericano un enérgico discurso en el que delineó el marco de la guerra que su país libra contra el terrorismo.

Bush habló acerca de los nuevos teatros de operaciones que caracterizarán a esta guerra, teatros, dijo, que no se limitarán a algún espacio geográfico, sino que alcanzarán a las transacciones bancarias, o a la Internet, entre otros.

Bush olvidó señalar a las redes que se valen de funcionarios norteamericanos para imponer y luego mantener y sostener a autocracias corruptas como la que sufre el Paraguay o la que debió soportar el Perú hasta hace muy poco tiempo.

Los norteamericanos pueden notar ahora lo que desde aquí hemos venido sosteniendo durante años: las autocracias corruptas, como la que preside el senador Luis Angel González Macchi, no solamente son un azote para los pueblos que las sufren, sino que son una amenaza a los intereses reales de Estados Unidos, entre ellos a su seguridad nacional.

Las autocracias corruptas no podrían sostenerse en el gobierno de los países a los que expolian sin el aval de Estados Unidos, obtenido mediante las gestiones de funcionarios norteamericanos complicados con ellas, como Peter Romero, Maura Harty o Stephen McFarland.

Bush no habló de esos malos norteamericanos, ni mencionó cosas como las oscuras conexiones que vinculan al ex presidente Bill Clinton con el negocio de ventas de computadoras a Brasil, negocio que está detrás de la destrucción de la transición paraguaya a la democracia.

Es decir, Bush evadió el tema de la corrupción en el propio gobierno norteamericano, que motiva acciones de política exterior que generan creciente animadversión hacia Estados Unidos de parte de quienes deben soportarlas.

Las operaciones de la nueva guerra, pues, eluden a uno de los principales enemigos de Estados Unidos: la inmoralidad en el manejo de su propio relacionamiento internacional.

Es una lástima que así sea, porque el caldo de cultivo en el que se crían monstruos como Usama ben Laden es aquella animadversión generada por las injusticias. La moralización de la política exterior norteamericana era un imperativo del momento, pero Bush prefirió dejarla de lado.

Así, ahora hay que aguantar a los funcionarios norteamericanos vanagloriarse de que la corrupta autocracia paraguaya "está con nosotros", por lo que seguramente Estados Unidos seguirá disculpando al régimen inaugurado el 28 de marzo de 1999 todos sus abusos, todas sus arbitrariedades, toda su negligencia y toda la brutalidad que usará para mostrar a sus amos estadounidenses que, efectivamente, está alineado con ellos.

La víctima es el pueblo paraguayo.

    

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