El
encargado de negocios de Estados Unidos en Paraguay, Stephen
McFarland, ha sostenido ayer, 23 de mayo, que la curiosa intentona
de derribar a la dictadura ocurrida el 18 de mayo debe imputarse al
general Lino Oviedo.
Dijo eso en el preciso momento en que el asesor presidencial
Agustín González Ynsfrán acusaba de golpista al presidente del
Congreso, Juan Carlos Galaverna y cuando las autoridades del partido
Liberal Radical Auténtico exponían las fundadas dudas que tienen
sobre la autoría y motivaciones de la fallida rebelión.
McFarland acusó a Oviedo mientras todo el país está
llegando a conclusiones muy distintas y mientras se comprueban cosas
tales como que los tanques presuntamente golpistas iban armados con
balas de fogueo o que los ministerios de Defensa a Interior, tal
como confirmaron sus propios titulares, estaban totalmente al tanto
de los preparativos de esta notable operación.
Lo menos que puede decirse de esta nueva intervención pública
de McFarland es que es apresurada, realizada sin disponer de todas
las informaciones existentes sobre el asunto.
Pero quienes han seguido el desarrollo de la política de
Clinton hacia el Paraguay saben que la declaración de McFarland no
es fruto de la improvisación que aparenta, sino del deliberado propósito
de avalar la versión de los hechos que conviene al hombre de
Clinton en Paraguay, Juan Carlos Wasmosy, de quien el señor
Galaverna es asalariado.
Se recordará que Wasmosy es el padrino de las operaciones
comerciales que el filipino Mark Jiménez realiza en Paraguay
(ensamblaje de computadoras con partes norteamericanas para su venta
en los mercados argentino y brasileño), que sirven para que el
partido demócrata de Clinton reciba fondos no fiscalizados por las
correspondientes autoridades norteamericanas.
El abogado de ambos, de Jiménez y de Wasmosy, Carlos Mersán,
tiene acceso directo a Clinton, según consta en las investigaciones
judiciales que por recibo de donaciones electorales ilegales se
hacen sobre Jiménez en Estados Unidos, a consecuencia de las cuales
el filipino está prófugo de la Justicia norteamericana, aunque
protegido por su gobierno.
Por alguna razón que todavía se desconoce, Clinton ha visto
en Oviedo una amenaza para esta fuente de ingresos de su partido y
ha realizado todo lo que el señor Wasmosy le ha pedido para avalar
la guerra que dicho señor mantiene con el ex comandante del Ejército
paraguayo.
Lo grave es que en su empeño, Wasmosy ha destruido la
naciente democracia paraguaya, así como la economía del país, y
ha contribuido de manera decisiva a establecer la vigente dictadura
paraguaya, por cuyo control total está luchando en este momento.
La versión de McFarland alienta ese propósito de Wasmosy,
resistido ahora por el sector argañista del régimen que, sin
embargo, tiene en Clinton su verdadero apoyo fáctico.
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