El domingo 16, Porfirio Cristaldo Ayala publicó en ABCColor
un notable artículo que merece reflexión porque el autor pasa por
ser uno de los más consistentes proponentes del liberalismo en el
Paraguay.
El artículo se titula El Delito de Microsoft y expone
las observaciones que el caso de la celebérrima empresa de softwares
motiva a Cristaldo Ayala, pues se recordará que el gigante de la
informática se encuentra procesado por violar la ley anti-monopolios
de Estados Unidos.
Para defender su punto, Cristaldo Ayala dice que Microsoft
no es un monopolio, como si alguien hubiera dicho que lo fuera y
como si sus lectores no pudieran recordar que dos líneas antes él
mismo debió señalar que el proceso se abrió por la comisión de
acciones anticompetitivas.
Monopolio no es lo mismo que acciones anticompetitivas.
Luego afirma que el juez del caso no dice cuál es el crimen
de Microsoft ni explica cuál es el daño causado a los consumidores.
Sin embargo, cualquier persona medianamente informada sabe
que el delito de Microsoft fue establecer en su sistema operativo
Windows un navegador de internet, el Explorer, que aparece sin
ser solicitado, desanimando la libre elección del consumidor y, por
supuesto, las posibilidades de la competencia.
Siendo un sistema operativo, la instalación por
default del Explorer en el Windows no es un software más que se
carga a cualquier máquina.
Cristaldo Ayala pasa estos hechos por alto, como si no fueran
el quid de la cuestión.
Y agrega que el absurdo fallo surge de una vieja ley de
1890, aplicado al sector más avanzado y dinámico del 2000, como
si las leyes fueran malas o buenas por ser viejas o nuevas.
Con ese criterio, este sí absurdo, la Carta Magna de 1215 no
serviría más que para ser exhibida en el museo, lo mismo que la
Constitución Americana.
Pero ocurre que esa vieja ley de 1890 es una de las
glorias mayores del liberalismo, comparable en lustre a aquellas Carta
Magna y Constitución, pues es la Ley Sherman Anti Monopolios, que ha
preservado a Estados Unidos de los efectos desastrosos de la economía
capitalista.
La economía capitalista, como se sabe, no es lo mismo que
economía liberal, pues el capitalismo tiende indefinidamente a la
concentración de la riqueza y el liberalismo precautela esencialmente
la generación, lo más amplia posible, de la riqueza.
Como lo reconoce el propio Cristaldo Ayala, ya Adam Smith había
señalado que el monopolio y el progreso no son compatibles.
En su defensa de la conducta de Microsoft, Cristaldo Ayala se
ve obligado a reconocer que las acciones monopólicas realizadas por
gigantes empresariales o conglomerados de productores jamás han
tenido éxito porque siempre aparecen nuevos competidores.
El autor demuestra allí una de dos cosas: o no conoce el
problema generado por Microsoft, o pretende ocultarlo.
Es justamente su intención de evitar la aparición de nuevos
competidores, o de desplazar a los existentes, lo que se ha condenado
en la conducta de Microsoft, pues al asociar indisolublemente su
navegador Explorer al sistema operativo Windows, la competencia se ve
cada vez más restringida.
Es mediante esa asociación ilegal que Netscape, por ejemplo,
perdió participación en el mercado, no porque su producto fuera peor
que el Explorer. Cristaldo no menciona esto, lo cual es grave para el
análisis.
De hecho, las estadísticas mencionadas por el propio
Cristaldo Ayala en su artículo demuestran que mientras el público
pudo elegir, es decir mientras el Explorer no estuvo asociado al
sistema operativo Windows, la gente tenía mayoritaria preferencia por
el Netscape.
Cristaldo Ayala habla del problema de Microsoft obviando
completamente esa asociación ilegal entre el sistema operativo
Windows y el navegador, asociación que no requiere de ningún
privilegio estatal para materializarse y para producir el efecto
perverso de las prácticas monopólicas.
Pontifica en ese punto Cristaldo Ayala sobre las poderosos
factores del mercado para combatir el monopolio, sin necesidad de ley
alguna. Así, la innovación y el avance de la tecnología originan
continuamente una mayor cantidad y variedad de bienes
Es como si Cristaldo Ayala no hubiera leído nada acerca de
la cuestión: la conducta de Microsoft, valida, vale repetirlo, del
sistema operativo, del elemento sin el cual la computadora no
funciona, tenía por objeto destruir cualquier innovación que no se
realizara en los talleres de Microsoft y está hoy muy cerca de
lograrlo efectivamente.
El mercado por sí sólo estaba fuera de la cuestión, el señor
Bill Gates había establecido bases para evitar una auto corrección
del sistema.
La escala global de la operación de Microsoft no tiene
precedentes en la historia humana y toda la cháchara sobre la
competencia internacional que ensaya Cristaldo Ayala para justificar
los derechos de Microsoft no resiste comparación con los hechos.
El consuelo final de Cristaldo Ayala para inducir a sus
lectores a soportar el crecimiento monopólico de Microsoft es que
cuando tal crecimiento se convierta en un verdadero monopolio, se
tratará de un estado socialista incapaz de realizar cálculos económicos
y que el resultado será una implosíon como la de la Unión Soviética.
Gran consuelo este, que no se inmuta del dolor causado por la
tal implosión, ni por las víctimas que quedaron en el camino, ni por
el progreso frustrado, ni por todas las cosas que pueden remediarse
antes de llegar a tan trágico final.
Cristaldo Ayala termina su memorable artículo diciendo que
el monopolio no es un defecto innato del mercado y que las leyes
antimonopolio deben abolirse.
Adam Smith, autor viejo y por tanto despreciable según la lógica
de Cristaldo, vio una cosa muy diferente: el Estado debe corregir los
defectos del mercado para permitirle seguir siendo mercado. El
capitalismo tiene al monopolio y el Estado debe evitarlo. Una función
primordial del Estado es garantizar que nadie goce de monopolios.
Esta visión de Smith que, por supuesto, es la del
liberalismo, se vio reforzada por la experiencia norteamericana, en la
que la dinámica capitalista llevó a la formación de monopolios que
ponían en riesgo el sistema de libertades norteamericano.
En la más pura tradición de Smith, los norteamericanos
dictaron la Ley Sherman, que permite al Estado garantizar que nadie
destruirá el derecho de los consumidores a la libertad de elección.
Esa ley les salvó ya de monstruos voraces como Rockefeller,
la ATT y ahora, Microsoft.
Estados Unidos no se convirtió en un país comunista por
desmantelar tales monopolios. Todo lo contrario.
La alternativa a esa ley es un Estado prisionero de las
grandes corporaciones y un mercado cautivo para asegurar la riqueza de
unos pocos.
Cristaldo Ayala no propone liberalismo de ninguna clase al
propugnar la abolición de leyes como la Sherman, que en el Paraguay
nunca han existido, sino que contribuye a sostener concentraciones
insolentes, y nada liberales, de riqueza, como la de Juan Carlos
Wasmosy y los demás privilegiados que son los dueños del Paraguay.
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