Los caídos de marzo
Enrique Vargas Peña
Hoy se cumple el primer aniversario de la matanza en la plaza del
Congreso, matanza que sirvió de excusa para deponer al gobierno constitucional y
establecer en su lugar la dictadura que ahora sufrimos.
Es difícil criticar a los caídos, convertidos por el régimen en su
credencial de honorabilidad, pero es necesario porque sobre sus muertes se construyó algo
distinto al gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
No es accidental que lo construido usando la sangre derramada sea
contrario a la participación popular. Las cosas tienen su lógica y la del proceso que
culminó en marzo del 99 no era democrática.
Hay una lógica democrática y hay otra autoritaria. La voluntad puede
generar hechos que conduzcan a una u otra, a condición de saber cómo funcionan. Pero no
puede ir a la democracia usando la lógica autoritaria.
Lenin (1870-1924), hizo creer deliberada y falsamente a muchos que se
podía ir a la democracia con la lógica autoritaria y, con crueldad, les denominó
"idiotas útiles".
A mi juicio, el único político paraguayo que comprende cabalmente lo
anterior es Juan Carlos Wasmosy.
Wasmosy tiene claro su objetivo político. No quiere necesariamente un
país sumergido en el caos, pero para alcanzar sus metas está dispuesto a cruzar algún
charco.
Lo que Wasmosy desea es una "república veneciana": una
institucionalidad estable, internacionalmente respetable, incluso con algún grado de
participación popular, pero indiscutiblemente tutelada por una oligarquía con
privilegios, en el que la asignación de los recursos públicos garantice la financiación
de dichos privilegios.
Se trata de un sistema que Clinton puede hacer digerir a la opinión
internacional, aunque se encuentre tan lejos de la democracia como el régimen venezolano
desafiado por Chávez o el italiano combatido por Mario Segni.
Wasmosy es el primer político, al menos desde 1936, que ha articulado
a la oligarquía paraguaya en una fuerza consciente: la Asociación de Empresarios
Cristianos, el Centro de Regulación, Estudios y Normas de las Comunicaciones y la Iglesia
Católica, además de numerosos grupos dependientes o conectados a ellos, trabajan ahora
en un proyecto común.
Los lastimados por los privilegios de la oligarquía se aglutinaron en
el oviedismo, que fue incapaz de estructurar una alternativa funcional al proyecto de
Wasmosy, pero que era la única oposición al designio oligárquico.
Joaquina Romero Pereira Gross Brown y la mayoría de los que llevaron a
los jóvenes que fueron a la plaza del Congreso en marzo de 1999 están mil veces más
cerca de Pedro Fadul y demás aliados de Wasmosy que de los desheredados que seguían a
Lino Oviedo.
Era lógico que acudieran al llamado wasmosista de buscar la
destitución de Raúl Cubas, un presidente que veían como una amenaza, aunque no creo que
el resto de los congregados en la plaza supiera de dónde venía el llamado.
Oviedo, a mi manera de ver, tampoco entendió la naturaleza del
desafío y por eso respondió erróneamente.
Triunfó, pues, Wasmosy en toda la línea. El Paraguay está en el
camino que él trazó, vamos hacia donde él quiere.
Los jóvenes que tan generosamente dejaron la vida frente al Congreso
murieron por eso. Pero no creo que hayan muerto para eso.