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Efectos presupuestarios

Enrique Vargas Peña

23 de noviembre de 2000

    

        La ley del presupuesto general de gastos es, como todo el mundo sabe,  la pieza legislativa central de cada año. Ella determina, nada menos, el nivel de contribución que los habitantes del país tienen que dar para sostener los gastos del Estado.

        En una democracia esa contribución es decidida por los propios habitantes, que alientan a sus representantes a votar un cierto nivel de contribución y  no otro.

        Para saber realmente si un país es verdaderamente democrático o no, lo primero que hay que ver es si la gente sabe lo que están votando sus supuestos representantes en la ley del presupuesto. Si lo sabe, aunque no esté de acuerdo, hay democracia. Si no lo sabe, no hay democracia, pues es evidente que el sistema de representación no funciona.

        En nuestro país, los señores diputados acaban de aprobar un proyecto de presupuesto general que tiene tres problemas, por lo menos: eleva los gastos de una manera significativa sin considerar los ingresos, no atiende los campos que necesitan ser atendidos y contiene un mensaje moral absolutamente deletéreo.

        Esto significa, lisa y llanamente, que el proyecto aprobado por los diputados nada tiene que ver con los deseos, y mucho menos con las necesidades, del pueblo paraguayo y delata, por tanto, el absoluto divorcio que existe entre los honorables miembros del Congreso y sus supuestos, sólo supuestos, representados.

        Si hacía falta alguna prueba definitiva de que nuestro país no goza de un sistema democrático - y no la hacía - la media sanción del presupuesto 2001 es contundente.

        El presupuesto aprobado contiene erogaciones que, sin importar la capacidad de recaudación del fisco, impondrán sobre todos los habitantes del Paraguay mayor contribución, ya por la vía inflacionaria, ya por la vía recesiva.

        Sin contar con los daños que ocasiona a la vida institucional la percepción acerca de la moral pública que el proceso presupuestario está generando en la opinión pública, todos los habitantes del Paraguay dispondremos de menos dinero en nuestros bolsillos, y por tanto de menos libertad para decidir nuestras prioridades de gasto, porque el gobierno desea consumir más.

        Seremos más pobres para que los diputados sean más ricos. 

   

    

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