El
presidente de Venezuela, Hugo Chávez, sostuvo la pasada semana, que
la democracia representativa había fracaso en América Latina y
Antonio Skarmeta, embajador chileno en Alemania, sostuvo en una
entrevista que le realizó la televisión internacional alemana, que
en Chile hay que modificar el sistema de representación política,
de acuerdo con el punto de vista oficial de las fuerzas que están
en el gobierno chileno desde 1989.
Ambas afirmaciones tienen un campo común: el sistema
electoral.
Venezuela sufrió, en los cuarenta años pasados desde la
firma del Pacto de Punto Fijo entre los principales partidos políticos
del país, la más aberrante rapiña que haya sufrido nación alguna
de América Latina a manos de la auto denominada clase política y
esto fue posible porque ella monopolizaba el poder mediante el
mecanismo de representación proporcional.
Y es este mecanismo, precisamente, el que reclama el actual
gobierno chileno para reemplazar al sistema mayoritario especial que
ahora existe en Chile.
El sistema de representación proporcional impide que el
pueblo pueda realizar las correcciones necesarias en cualquier
proceso político, al depositar en cúpulas políticas una
intermediación obligatoria entre el electorado y su representación.
La posibilidad de corrección está dada, en la teoría
democrática (y en la práctica en los países anglosajones
especialmente), por la vinculación entre el elector y el elegido.
Cuanto más directa es esta vinculación, mayor posibilidad tiene la
sociedad de participar en la gestión pública, rectificando políticas
que pudieran perjudicarla.
Y cuanto menor es esa vinculación, menor posibilidad de
corrección tiene un sistema político.
Chávez confunde, lamentablemente, el fracaso de ese sistema
proporcional con el de una democracia representativa que nunca
existió realmente en Venezuela, prisionera de unos cuantos caciques
que la desvalijaron en su nombre.
En Venezuela, y en Italia y en todas partes, fracasa el
sistema de representación proporcional y lo hace porque impele a la
formación de oligarquías políticas que terminan invariablemente
incurriendo en los axiomas que Lord Acton enunció sobre el poder.
La coalición que gobierna en Chile sabe esto perfectamente y
por eso, precisamente por eso, desea reinstaurar en el país la
representación proporcional. Su objeti no es mejorar la participación
del pueblo en el gobierno, sino someter a la sociedad a la
intermediación obligatoria, y harto lucrativa, de los partidos políticos.
Usa muy bien, en ese propósito, la excusa de que el actual
sistema de representación que existe en Chile fue hecho por
Pinochet, como si eso invalidara por sí a un mecanismo cualquiera.
Chávez y los políticos oficialistas chilenos se equivocan.
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