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Descomposición

Enrique Vargas Peña 

20 de febrero de 2001


Los síntomas de la descomposición del régimen están en todas partes y son cada vez más evidentes. Wasmosy ha colocado a sus hombres en casi todos los mandos militares significativos del país. Los escándalos confirman cada día con nuevas pruebas la podredumbre total del sistema judicial. Los políticos no atinan más que a buscar provecho propio y refugio seguro. La violencia social está extendida por toda la tierra, el disgusto es general, la búsqueda de soluciones toma caminos cada vez más radicales.

Sin embargo, no aparece en el horizonte la figura que organice todo el descontento para convertirlo en herramienta del cambio. Oviedo está prisionero de Brasil, uno de los países responsables de la presente situación paraguaya. Los demás...son más de lo mismo que hay. De hecho son, en mayor o menor medida, autores de este desastre iniciado el 28 de marzo de 1999.

La ciudadanía empieza a auto defenderse, señal inequívoca de la proximidad del colapso oficial. Todos lo ven y todos se están preparando para aprovechar al máximo el período entre la caída y la organización del reemplazo.

Ante la falta de alternativas, es probable que la caída tarde bastante, como tardó la del régimen zarista, irremediablemente podrido ya desde 1905, pero derribado recién en 1917.

Eso tuvo un costo humano terrible y el cambio adquirió dimensiones apocalípticas. Y esa es la regla general, lamentablemente: cuanto más demore el cambio, mayor será el costo del mismo.

La falta de alternativas genera otro riesgo, también visible en el proceso de reemplazo del zarismo y es que la capacidad del régimen por contaminar sus variables internas de reformulación conduce necesariamente a fortalecer a las posibilidades externas. Lvov, Miliukov, Kerenski, sin comprender lo que realmente estaba sucediendo en Rusia, trataron de administrar el zarismo sin los zares. Eso puso al país en manos de Lenin.

Aquí, quienes se presentaban como alternativa interna, Guillermo Caballero Vargas, Domingo Laíno, Yoyito Franco, incluso Wasmosy, creen que podrán mantener el régimen de marzo sacrificando a Luis Ángel González Macchi. A eso están jugando y eso está poniendo al país en manos de Lino Oviedo.

Tienen miedo de admitirlo, tienen miedo de decirlo. Los que apoyaron el golpe de marzo de 1999 tienen miedo de reconocer su error. Pero eso no cambia la realidad.

Les guste o no les guste, le guste o no le guste a los agentes del corrupto Bill Clinton en la embajada yanqui, o al virrey brasileño, Lino Oviedo es la figura que se encuentra en mejor posición para restaurar la legitimidad y la legalidad en Paraguay. 

Ante ese hecho cierto, tienen dos alternativas: o contribuyen a reparar el daño que hicieron al Paraguay al truncar su transición democrática el 28 de marzo de 1999, dejando que el país elija su propio gobierno o buscan seguir impidiéndolo con la consecuente e inevitable haitianización del país, que les afectará aunque encierren al Paraguay tras una cortina de hierro. 

 

    

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