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Pasajes y diesel

Enrique Vargas Peña

La dictadura resolvió elevar, desde el día de la fecha, los precios del litro de combustible diesel y del ticket del pasajes del transporte público urbano a mil guaraníes cada uno.

Como es costumbre ancestral del país, lo ha hecho sin explicar la estructura de costos que componen esos precios y dando las explicaciones más atrabiliarias que pudieran imaginarse, incluso una, proporcionada por Juan Ernesto Villamayor, secretario general de la Presidencia de la República, que dice que el régimen simplemente se hizo eco de pedidos de Argentina y Brasil.

Es muy posible que exista una necesidad real de elevar los precios del diesel, desde que un componente importante del mismo es el impuesto con que el Estado grava los combustibles, cercano al cincuenta por ciento del total del precio.

Eso es lo que explica el aumento tanto como las mentiras: la dictadura debe pagar los crecientes costos de sus compromisos corporativos.

El régimen se encuentra con que el presupuesto general del año 2000, en el que incluyó prebendas para todos sus clientes, sostenes, financistas, amigos y amantes, que tiene un déficit estimado del 81%, que hay que cubrir de alguna manera.

Todo el país sabe ya que estos aumentos son solamente los primeros de la larga lista que el régimen ha preparado. También subirán la luz, el agua, el teléfono, los peajes, los impuestos, tal vez incluso el Impuesto al Valor Agregado, las tasas, las patentes, las tarifas.

El afán recaudatorio se multiplicará. Más policías y militares se unirán a las huestes del ministerio de Hacienda que recorren al país para recaudar fondos, así como los contactos internacionales se multiplican para contratar empréstitos incluso en condiciones leoninas para salvar el déficit.

Washington Ashwell, presidente del Banco Central, incluso dijo, al principio de su gestión, que devaluarán el guaraní, es decir que si las necesidades son acuciantes, financiarán el déficit con emisión inorgánica.

Los aumentos tienen dos consecuencias.

La primera y más obvia es que contribuyen a disminuir la actividad económica, agravando la ya profunda recesión en que se encuentra sumido el país.

La segunda es la amenaza inflacionaria. Ante la paralización creciente, es probable que Ashwell, verdadera antigüedad del museo keynesiano, recomiende incentivar la economía con emisión, como ya ha recomendado hacerlo con respecto al déficit.

De cualquier manera, ya con los aumentos, ya con la inflación, los paraguayos deberán pagar más por los mayores gastos del Estado. Y esto significa disponer de menos recursos para sí mismos.

Conviene pues notar que los mayores gastos del Estado se originan en las necesidades de la dictadura, necesidades ilegítimas que surgen de su ánimo de comprar adhesiones y acumular privilegios.