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Proceso a Oviedo

Enrique Vargas Peña

19 de junio de 2000

            

Fue detenido en Brasil, con aplauso y zapateo de William Jefferson Clinton, el jefe de la oposición paraguaya, Lino Oviedo.

Nadie debería abrigar ilusiones sobre la suerte que espera a Oviedo. El líder opositor será sacado de circulación sin mayores escrúpulos mediante los procedimientos que en su momento consideren oportunos sus enemigos: vinculándolo con el narcotráfico, con el asesinato del Dr. Luis María Argaña, o con los medios que sus captores encuentren justificados por tal fin.

El público es testigo de esa falta de miramientos de los enemigos del ex candidato presidencial colorado. Hasta dijeron que se vestía de mujer. Ciegos de odio, olvidaron que una mujer con bigotes como los que ahora lleva Oviedo difícilmente pasaría desapercibida. Finalmente tuvieron que ordenar a Víctor Benítez que tratara de disimular el error (diario Noticias, 15/VI/00).

Al hacer todo esto no están intentando destruir a Oviedo solamente: el objetivo es también desarticular la resistencia a la dictadura, impedir a la oposición paraguaya tomar contacto con el mundo, despejar el camino para los negocios de los protegidos de Clinton.

La oposición no tiene muchas maneras de resistir salvo mostrar la ilegitimidad del régimen el 13 de agosto: no yendo a votar, no cayendo en el engaño de los que prometen cambios que no hicieron mientras pudieron.

Oviedo ya tiene experiencia en eso de ser arrestado por una cosa para terminar siendo condenado por otra, completamente distinta. La arbitrariedad llegó al extremo que incluso el Fiscal Aníbal Cabrera Verón tiene vergüenza de presentar en Brasil el caso de la condena a diez años que se impuso aquí al ex comandante del Ejército. Tampoco se animan a presentar allá el juicio por la muerte de los jóvenes de la plaza del Congreso.

Tengo la impresión que para deshacerse de Oviedo usarán lo del narcotráfico, pues en ese tema impera la voluntad discrecional de Clinton. La guerra contra las drogas la usa ahora como antes usaban la guerra contra el comunismo. El asunto es un mero instrumento de política exterior.

El narcotráfico es una excusa razonablemente buena para Clinton y sus esbirros latinoamericanos: ella no sólo vincula a Oviedo con la mafia, con la intención de convertirlo en un criminal común y satanizarlo, sino que sirve para permitirles decir que allí se encuentra la fuente de los recursos que le atribuyen a Oviedo.

La acusación por narcotráfico sirve además para intentar hacer olvidar que hay otra explicación perfectamente posible para esos recursos, que es la participación de Oviedo en negocios que, según el Dr. Argaña, compartía con Wasmosy y sus muchachos, participación que ocasionó, como se recordará, el enfrentamiento entre Oviedo y el ingeniero en abril de 1996.

Clinton está implicado en al menos uno de esos negocios: la venta de computadoras a Brasil y Argentina realizada por el filipino Mark Jiménez.

Y como Clinton controla la lucha contra las drogas, y nadie controla esa lucha en nuestra sometida América Latina, no es extraño que aparezcan incriminaciones a Oviedo por narcotráfico. 

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