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¿Quién puede hacer la revolución?

Enrique Vargas Peña 

19 de marzo de 2001

Juan Carlos Wasmosy y sus secuaces (Pancho de Vargas, Galaverna, Villamayor, Nicanor, “Ultima Hora”) no pueden hacer la revolución. Pueden intentar hacer algo que sea lo más parecido posible a ella, pero no pueden hacer la revolución.

Los Argaña y sus aliados no pueden hacerla. Stroessner y los suyos no pueden hacerla. Domingo Laíno y su grupo tampoco. Guillermo Caballero Vargas y sus fieles (él no tiene grupo, ni aliados, ni secuaces, tiene fieles), menos aún.

Para entender por qué los mencionados no pueden hacerla aunque lo intenten, es necesario entender qué es la revolución.

Ella es, en primer término, un acto de justicia: dar a los que han destruid o el país lo que merecen, lo que recibirían en cualquier país medianamente decente, lo que tendrían de no haber instrumentado de un modo tan grosero, burdo y ofensivo al Poder Judicial paraguayo.

Es la acción reparadora del pueblo, ofendido por tanto robo, tanta impunidad, tanta desvergüenza, tanto cinismo. Y es, por eso mismo, un acto traumático ejemplificador y una ruptura que permite un nuevo comienzo.

Si la revolución no es eso, si no se puede imponer su merecido a los que han destruido el país, no es, sencillamente, revolución. Por eso Wasmosy, Laíno, Stroessner, etc. no pueden hacerla, pues se condenarían a sí mismos.

Se podrá discutir si ella es necesaria o no. Si los castigos que ella exige son ya impostergables o no. Si es posible detener el proceso de descomposición del Paraguay con alguna de las diversas combinaciones que los que lo han iniciado y alimentado puedan aún crear.

Ecuador está intentando el cambio sin revolución. Las mismas fuerzas que han destruido la democracia ecuatoriana están tratando de restaurarla, lo que implica la impunidad de los culpables, pero evita el trauma de la ruptura.

Venezuela ha ensayado una vía que, tras barrer el viejo orden, se ha conformado con la muerte civil natural de sus miembros. Chávez, tan odiado por ellos, les ha salvado el pellejo y con eso ha comprometido gravemente la naturaleza del proceso que encabeza.

A Haití, la dominación extranjera le ha impuesto el camino del estancamiento perpetuo.

Yoyito Franco es una alternativa a la revolución en Paraguay. Es probable que Brasil y Estados Unidos le prescriban el modelo ecuatoriano. Pero es posible que les alcance con imponerle el haitiano.

Del pueblo paraguayo depende aceptar o no esos destinos.

 

    

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