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Torturas

Enrique Vargas Peña

18 de mayo de 2000

    

“Tortura, lo que se dice tortura, fue el caso de Napoleón Ortigoza, veinticinco años sin luz del sol...el resto, nangana...”

         Ese es, palabras más, palabras menos, el discurso de la dictadura que nos oprime para justificar los apremios ilegales que deben sufrir los opositores y, en general, el clima de terror que la coalición de marzo impone sobre el país para asegurarse la sumisión de los paraguayos.

         Este mensaje está siendo profusamente instilado para explicar las acciones de las fuerzas de seguridad contra opositores - detenciones grupales, golpizas, hostigamiento, etc. -, acciones que recrudecen según pasan los días ante el agravamiento de la contestación al régimen.

         Según este singular discurso, la tortura depende tanto de la duración de los apremios como de la identidad política de las víctimas. Privar a las personas de su libertad en forma arbitraria, siempre que no sea por veinticinco anos, golpearlas, hacerles imputaciones gratuitas, menoscabarlas en su reputación, no es tortura si las víctimas de tales acciones son los partidarios de Lino Oviedo.

         Los políticos oficialistas están mudos, sordos y ciegos, como desde luego suponen que corresponde dada su rudimentaria cultura, y los liberales, que son una fuerza oficialista accidentalmente fuera del gobierno, también, salvo dos o tres muy honrosas excepciones que sirven para exponer la magnitud enorme del silencio de su partido.

         Lo mismo puede decirse de los integrantes de la oligarquía, esos que salieron de colegios religiosos, que simplemente pasan de largo ante lo que está sucediendo.

         Los diarios al servicio de la coalición de marzo - Ultima Hora y Noticias, por citar a los más importantes -, los operadores que trabajan para ella en todos los medios, las radios que le pertenecen, especialmente Radio Uno, los canales de televisión y, en general, el aparato de propaganda del régimen, están presentando esta sañuda persecución a la oposición como si fuera cosa normal, rutinaria, cotidiana y, además, necesaria y buena para la seguridad pública.

         La responsabilidad de los operadores de prensa de la coalición de marzo es mayor que la de los políticos y los oligarcas porque existe la presunción de que quienes trabajan en los medios han logrado acceder a una formación más completa, lo que les permitiría, siempre según la creencia general, actuar según normas morales más civilizadas.

         De hecho, hombres como el director de Ultima Hora, Juan Andrés Cardozo, no pueden alegar en su descargo una formación deficiente o un desconocimiento de esas normas mínimas de moral pública que rechazan a los apremios ilegales.

         El discurso de la dictadura pinta de cuerpo entero a sus integrantes.

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