Quienes
están elaborando el presupuesto general de gastos
gubernamentales de 2001 -ministros, senadores y diputados- han
encontrado allí una especie de varita mágica que les permite seguir
embromando al país y para continuar pasándola bien.
Como ejemplo se puede señalar el caso de las supuestas
inversiones en infraestructura.
El presupuesto dice que se destinarán a obras de
infraestructura alrededor de cien millones de dólares durante el
ejercicio 2001 que serán financiadas mediante transferencias de
empresas públicas y venta de bonos. Casualmente, hay cien millones de
dólares que los organismos multilaterales de crédito entregarán al
país por orden del gobierno norteamericano para financiar un plan
vial.
Con eso, los ministros, senadores y diputados van a los medios
de comunicación para hacer creer a la gente que se ocupan de las
necesidades reales del país, cuidándose muy bien de mostrar las
cosas como son en verdad.
Cuando se estudian las ejecuciones presupuestarias de años
pasados se
observa de qué se trata realmente lo que hacen, de manera cada
vez más desembozada, estos encargados del presupuesto.
En efecto, lo cierto es que no habrá tales transferencias de
dinero ni tales ventas de bonos, por la sencilla pero incontrovertible
razón de que las empresas públicas están en una situación muy
precaria y de que los bonos paraguayos muy difícilmente pueden ser
colocados. Ni siquiers los créditos se ejecutan adecuadamente.
No habrá, por tanto, en 2001, más inversiones en
infraestructura de las que hubieron en estos últimos años que, para
todos los efectos prácticos, fueron insuficientes.
Sin embargo, disimulados entre las cifras formales del
presupuesto, los ministros, senadores y diputados se aseguran para sí
mismos y para sus amigos los recursos genuinos que ingresará el
Estado.
Es decir, para hacer tolerables para la sociedad los
privilegios que los mandamases del sector público se arrogan, se
anuncian inversiones que se sabe que es muy poco probable realizar.
De paso, las cifras formales del presupuesto sirven para
aparentar ante las
agencias internacionales de crédito, o ante los displicentes
contralores que fiscalizan el uso de aportes norteamericanos en dichas
instituciones, una supuesta dedicación del gobierno paraguayo a
mejorar la situación del país que solamente existe en los papeles,
cuando lo palpable es que escuelas, hospitales y rutas, redes telefónicas,
eléctricas y sanitarias del Paraguay caen a pedazos por falta de
mantenimiento y que por mantener los privilegios de la "clase política"
y de su clientela, se postergan los derechos y las oportunidades a
amplios sectores de la población paraguaya.
Pero no se puede mentir a tanta gente todo el tiempo. Las rutas
del país y las calles de Asunción prueban más allá de toda duda
que los políticos no usan en la infraestructura nacional la plata que
le sacan al pueblo.
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