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Gobernabilidad y reformas

Enrique Vargas Peña

16 de junio de 2000

          

           Las agencias noticiosas dicen que los operadores de los bancos de inversión han descartado que Estados Unidos sancione de cualquier manera al régimen peruano de Alberto Fujimori pues este garantiza dos elementos que para los administradores de los flujos de capitales son esenciales: la gobernabilidad y las reformas económicas.

         Estados Unidos realizó, ciertamente, severos cuestionamientos al proceso que condujo a la confirmación de Fujimori para un tercer periodo presidencial, pero desde un primer momento estuvo claro que lo hacia más por razones de política interna que para salvaguardar la democracia en Perú.

         Se recordará que Fujimori despojó de la nacionalidad peruana, en un proceso viciado, al periodista Baruch Ivcher, propietario de la única cadena televisiva peruana que mantenía una línea editorial independiente.

         Al despojarlo de la nacionalidad, Fujimori pudo entregar la cadena televisiva a sus partidarios, pues en Perú no está permitido a los extranjeros poseer medios de comunicación.

         Pero resulta que Ivcher es miembro de la comunidad judía y lo primero que hizo al salir del Perú fue refugiarse en el seno de la colectividad judía norteamericana, la más poderosa del mundo, fuerza harto influyente en la política interna de Estados Unidos.

         Ivcher demandó allí atención al problema peruano y obtuvo notables éxitos. Para aplacar ese frente es que el presidente norteamericano Clinton cuestionó el proceso electoral peruano, a sabiendas de que no iría más allá de la crítica formal.

         Esa es la razón por la que, tras bambalinas, Estados Unidos alentó a Brasil y Argentina a impulsar en la OEA una posición sobre el proceso electoral peruano que le relevara de adoptar sanciones.

         La OEA resolvió que el fraude electoral y todas las demás irregularidades que permitieron a Fujimori asegurarse la reelección, eran “asunto interno del Perú”, exentas, por tanto, de ser incluidas en la jurisdicción de la Resolución 1080 de Defensa de la Democracia, que fue convertida en papel mojado.

         En realidad, la democracia no le interesa a Clinton. Ni para América Latina, ni para Estados Unidos. Siendo un hombre que ha demostrado suficientemente su falta de escrúpulos, se comporta más como el Príncipe de Maquiavelo que como sucesor de Jefferson. Jamás estuvo la presidencia norteamericana en manos de un hombre tan falto de contenido moral como con Clinton.

         Lo que le interesa, pues, es la gobernabilidad y las reformas. Gobernabilidad es el eufemismo que usan ahora los autoritarios para referirse a la estabilidad en el poder de los que mandan y reformas es el que usan para referirse al establecimiento de privilegios comerciales de los que obtienen enormes beneficios.

         Hay que ver que estas reformas de las que hablan, nada tienen que ver con la desregulación y la desmonopolización de los mercados, sino con la privatización de monopolios públicos y la concesión de licencias libres de competencia.

         Eso explica que, a diez años de iniciada la “reforma neoliberal” en América Latina, no haya crecido el número de propietarios y sí el de proletarios, el de pobreza, el de exclusión y miseria.

          Y Perú es uno de los países ejemplares de gobernabilidad y reformas clintonianas.  

 

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