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Los poderes fácticos

Enrique Vargas Peña

Con motivo del saludo de fin de año al presidente de la República, dos de los principales soportes de la dictadura paraguaya, la Iglesia Católica y Estados Unidos, dejaron bien sentada la continuidad de su apoyo al régimen autoritario, como ya lo vienen haciendo desde 1940.

El encargado de negocios de Estados Unidos, Stephen McFarland, que al retirarse irá a trabajar seguramente para representar los intereses de Wasmosy en Washington, como lo hace el ex embajador Timothy Towell, trató de relativizar el paso del ex candidato presidencial colorado Lino Oviedo a la clandestinidad, diciendo que no se produjo una reacción popular.

Que se sepa, nadie y menos Lino Oviedo, esperaba o alentaba una reacción popular al estilo del Caracazo, que hirió de muerte a la corrupta república de Punto Fijo en Venezuela.

McFarland, pues, realiza el juego de sostener al régimen, aunque el régimen esté llegando al paroxismo de la opresión sobre el pueblo paraguayo, ese pueblo cuya suerte nunca importó a los yanquis.

Por otra parte, el embajador de la Iglesia Católica, Antonio Lucibello, se mostró admirado de lo que llamó el "Marzo Paraguayo", que es como el régimen denomina al proceso golpista que lo estableció en el poder.

No podía ser de otra manera considerando la activa participación de los sacerdotes Francisco Oliva, Humberto Villalba y Cristóbal López y de los obispos, especialmente Pastor Cuquejo, en los preparativos del golpe que derrocó al gobierno electo por el pueblo de Raúl Cubas Grau.

El "Marzo Paraguayo" es hechura de la Iglesia y está bien que el Vaticano lo asuma.

La Iglesia parió a este régimen y guarda silencio, como se ha visto en Caacupé, sobre sus terribles excesos, su corrupción lacerante, sus violaciones de derechos humanos, su arbitrariedad general, sobre la pobreza y el estancamiento en que ha sumido al Paraguay.

Numerosos opositores creen que es necesario contemporizar con los poderes fácticos, contrariando lo que enseña toda la evidencia histórica disponible y todos los ejemplos presentes existentes.

Estados Unidos y la Iglesia han sostenido por más de sesenta años ya una alianza formidable en América Latina, al servicio de las oligarquías locales, a las que han sostenido a cambio de mantener posiciones privilegiadas en cada uno de los países en los que actúan.

A esa alianza los pueblos de América no deben ningún progreso, ninguna libertad. Solamente deben la Escuela de las Américas con sus maestros de tortura y dictadura y la bendición para regímenes políticos que son, y han sido siempre, una vergüenza para la humanidad.