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El error de Mailer

Enrique Vargas Peña 

15 de octubre de 2001

 

    Norman Mailer, el notable escritor norteamericano ("Noches de la Antiguedad", "El Evangelio Según el Hijo"), escribió un artículo en el que dice que Estados Unidos será odiado mientras no comprenda que debe dejar de tratar de imponer la "american way of life" (la manera americana de vivir) a los demás países del mundo.

    Se trata de una miopía típica de la izquierda norteamericana, que de paso encuentra una utilidad siniestra, que veremos más adelante.

    Estados Unidos no es odiado por eso. Al menos no por la gente de a pie. Estados Unidos es odiado justamente porque fuera de sus fronteras hace caso omiso de todos los valores y principios que existen y se defienden dentro de la Unión.

    Estados Unidos no es odiado por ser una democracia liberal y próspera como pretende hacernos creer su presidente, George Bush. Estados Unidos es odiado porque apoya y mantiene a autoritarios corruptos y crueles para alcanzar objetivos dudosos. Tan dudosos como los negocios paraguayos del filipino Mark Jiménez que beneficiaban al anterior jefe de la Casa Blanca, Bill Clinton.

    Los ejemplos de esto sobran, abundan, son interminables. Viejos y nuevos. Nadie odia a Estados Unidos por Jefferson, por Franklin, por Lincoln, o por su Constitución; se le odia por tener a su servicio a los Somoza, a los Trujillo, a los Videla, a los Reza Pahlevi, a los Fujimori, a los Wasmosy y, sí, a los Osama ben Laden.


    La idea que Mailer defiende ha servido de pretexto para que funcionarios sinverguenzas como Maura Harty, Peter Romero o Stephen McFarland hagan florecer por el mundo regímenes oprobiosos como el que instalaron en Paraguay el 28 de marzo de 1999 o como el que impulsaron en Afganistán, con la excusa, profundamente racista, de que son resultado de las idiosincracias nacionales.

    La vigente autocracia paraguaya no es fruto de la idiosincracia nacional, sino de la deleznable tarea que desempeñaron funcionarios norteamericanos para derrocar a un gobierno elegido, el 10 de mayo de 1998, según normas, valores y principios completamente consistentes con los que rigen dentro de Estados Unidos.

    Por actos como ese se odia a Estados Unidos. Porque su gobierno miente y actúa sin integridad.


    Se le odia no porque apoye a la democracia y a la libertad en el mundo (que no lo hace), sino porque pretenden hacer creer que González Macchi o Fulgencio Batista son la democracia y la libertad a las que podemos aspirar.

    

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