Ya está en Asunción, desde el pasado miércoles, el nuevo representante
del presidente norteamericano William Jefferson Clinton en Paraguay, señor
David Greenlee, quien quiso ocultar con algunas palabras en guaraní el
antipático hecho de que viene a profundizar las relaciones entre su gobierno y el
régimen que oprime al Paraguay, al que llamó "democracia".
Al denominar "democracia" al gobierno no elegido por el pueblo que
preside el senador Luis Angel González Macchi, el señor Greenlee dijo todo lo
que era necesario para desilucionar a esos incurables optimistas que creen que
las acciones de la embajada de EEUU en Paraguay dependen de la persona que
está al frente de la misma.
Se observa pues, por confesión del propio señor Greenlee y como se había anunciado antes, que nada cambiará y que para vergüenza de Abraham Lincoln se seguirá apoyando, alentando y sosteniendo a los émulos locales de Somoza y otros "demócratas" de los que prefieren ciertos jefes de la Casa Blanca.
Lo importante en este asunto es señalar claramente las consecuencias de esta política de Clinton, para evitar que un el futuro se diga que los malos son los paraguayos.
Los norteamericanos acostumbran a convertir en Satanás a los países que se sacuden de amigos de Estados Unidos como Reza Pahlevi en Irán o Batista en Cuba.
Los iraníes o los cubanos son los malvados, a pesar de que fueron los norteamericanos los que sostuvieron durante cuarenta años a la Savak, que torturaba y mataba opositores en Irán, o a la policía política de Batista que hacía lo propio en Cuba, para no hablar de las lecciones de guerra interna que imparten desde antros del terrorismo de Estado como la Escuela de las Américas.
Ese horror se olvida. La CNN no habla de los asesinados por los amigos de Estados Unidos, ni de los vejados por ellos. El mundo apenas se entera de los fraudes electorales cuando los beneficiarios son "amigos de Occidente".
El aparato de prensa al servicio de los intereses norteamericanos pasa deliberadamente por alto las críticas, las advertencias y los funcionarios norteamericanos actúan como si la gente no existiera, hasta que las cosas se salen de madre, como ocurrió en Cuba en 1959 o en Irán en 1979.
Entonces, gente como el señor Greenlee dice estar sorprendido de la furia antinorteamericana. No estarían tan sorprendidos si hubieran visto los efectos de su política perversa.
La política del presidente Clinton en Paraguay no ha podido generar peores efectos. Al inicio de la transición política, en 1989, Estados Unidos gozaba de una extendida simpatía en la opinión pública. Hoy después de las acciones ordenadas por Clinton para defender los negocios de su socio Mark Jiménez, los únicos simpatizantes que le quedan a Estados Unidos son los clientes del régimen.
Eso no ha sucedido porque los paraguayos seamos malos. Al contrario, la mayoría de nosotros deseamos una constitución como la de Jefferson. Ha sucedido porque Clinton es malo.
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