Ha sido aprobado el
nuevo marco de acción de las Fuerzas Armadas paraguayas, el cual incluye su
participación en la lucha contra las drogas.
Es necesario recordar de qué se trata este asunto de la lucha contra
las drogas, ahora deliberadamente oculto por los enormes intereses que se mueven alrededor
del problema.
La lucha contra las drogas es, en esencia, la pretensión de un sector
de la sociedad norteamericana de imponer a otro sector de la misma su propia escala de
valores morales, según la cual consumir drogas es pecado.
Esa pretensión es absurda en sí misma pues es fruto de un mesianismo
peligroso, pero además atenta contra la necesaria exclusión del Estado del ámbito de la
vida privada de las personas y es contraria a los principios sentados por los fundadores
de Estados Unidos.
El afán policíaco de los que en Estados Unidos anhelan salvar a sus
vecinos de los problemas de la adicción a las drogas ha generado dos tipos diferentes,
pero igualmente peligrosos, de consecuencias.
La primera es que, al restringir artificialmente la oferta de drogas
mediante su criminalización, se han disparado las rentas que ellas generan a niveles
inimaginables.
Como la comercialización de las drogas ha sido convertida en un
crímen, esas enormes rentas alimentan solamente a quienes se arriesgan a operar fuera de
la legalidad, creandose de ese modo imperios criminales cuya potencia es mayor que la de
cualquier país latinoamericano individualmente considerado.
La segunda es que, al exigir una vigilancia sobre la vida privada de
las personas, la lucha contra las drogas tiende a abolir las garantías establecidas para
asgurar la libertad individual.
Como esta lucha tiene por objetivo final la modificación de hábitos
privados y personales, ella debe destruir las barreras que impiden al Estado vigilar
totalmente la vida de los ciudadanos.
La misma Constitución de Estados Unidos está pagando un alto precio
por la necedad, o la falta de escrúpulos, de los santones que impulsan la lucha contra
las drogas, con más de un millón y medio de personas privadas de libertad por este
motivo y con las garantías contra acciones arbitrarias del poder sacrificadas en el altar
de la supuesta rectitud de estos beatíficos opresores.
Y si dichas consecuencias están afectando tan gravemente a una
sociedad cuyas instituciones y costumbres tienden firmemente a mantener la libertad,
¿cómo afectan a países como los nuestros, formados en la opuesta escuela católica?
La lucha contra las drogas no es una necesidad vital del Paraguay. Aún cuando la
criminalización del consumo de drogas fuera algo útil, que no lo es, la demanda de
drogas en el Paraguay no justifica comprometer en esa tarea a las Fuerzas Armadas y si se
lo hace, a pesar de las evidencias gigantescas e incontrovertibles acerca de la futilidad
de esta cruzada ridícula, es porque nuestro gobierno no es capaz de implementar más
política que la de obedecer el diktat norteamericano.