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Peter Romero

Enrique Vargas Peña

Llega al país el subsecretario para Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado de Estados Unidos, Peter Romero.

Si tuviera interés, Romero podría ver el Paraguay que el presidente norteamericano Clinton y el presidente brasileño Cardoso están construyendo con auxilio de una pequeña camarilla local en contra de la voluntad del pueblo paraguayo: un país humillado, expoliado, profundamente descontento, algunos de cuyos aspectos más aberrantes, tales como la sumisión del Poder Judicial a dicha camarilla, no han podido ser disimulados ni siquiera en el informe que sobre los derechos humanos realizó recientemente el Departamento de Estado de EEUU.

Pero Romero no viene a quejarse de tales aberraciones ni a ver la suerte del Paraguay, sino que llega para velar por los negocios del señor Clinton.

Clinton tiene en Paraguay una de las fuentes de financiamiento para la costosa campaña electoral de Estados Unidos. Su amigo, el filipino Mark Jiménez, obtiene recursos vendiendo desde aquí computadoras, cuyas piezas importa desde Estados Unidos, a Brasil y Argentina.

Parte de esos recursos se convierten en donaciones para causas del partido Demócrata de Clinton, quien las necesita ahora tanto como en 1996 cuando, por cien mil dólares de Jiménez, sancionó la historia del supuesto golpe de Lino Oviedo.

Jiménez está procesado en Estados Unidos por estos pagos ilegales, con otros cuatro contribuyentes del partido Demócrata: Webster Hubbell, Charlie Trie, Pauline Kanchanalak y María Hsia.

Esta última ya ha sido condenada, el pasado 2 de marzo, aunque debido a un caso de prevaricato, que también es objeto de investigación, el juez de la causa la libere de ir a la cárcel.

Todo ese provechoso esquema está en riesgo debido al descontento social y político que existe en el país y a la poco clara situación en que se desarrollan las relaciones entre Juan Carlos Wasmosy y Luis González Macchi.

Romero viene a tratar de armonizar los intereses aparentemente divergentes en el seno de la dictadura, apuntalándola para que pueda hacer frente al desafío popular.

Los sufrimientos del pueblo paraguayo, sus miserias, la pérdida deliberada del valor de su moneda alentada por el gobierno, las epidemias, los accidentes, son lejanas estadísticas para los burócratas de Clinton.

El subsecretario norteamericano ya realizó un trabajo semejante al que viene a hacer aquí en Ecuador, donde hizo todo lo que estuvo a su alcance, incluídos dos viajes personales, para salvar al régimen allí establecido, lo que finalmente se logró mediante el sacrificio de su jefe formal, Jamil Mahuad.

El éxito de Romero será un nuevo fracaso para el Paraguay, pues la consolidación del vigente régimen autoritario que Romero viene a buscar para provecho financiero del partido Demócrata no hará más que profundizar el proceso de limitación de la soberanía paraguaya en sus dos acepciones, la de la participación popular en el gobierno y la de independencia frente a potencias extranjeras.