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Posición ante Bush

Enrique Vargas Peña 

10 de enero de 2001

Corren rumores de que el ex presidente Juan Carlos Wasmosy ha enviado a Estados Unidos una misión cuya tarea es establecer contacto y enlace con la nueva administración de Geroge W. Bush, quien asumirá la presidencia norteamericana el 20 de enero.

         La oposición paraguaya, sin llegar seguramente tan lejos, se encuentra también celebrando el final de la presidencia de William Jefferson Clinton, el hombre que para proteger los negocios de sus aportantes destruyó la democracia en Paraguay.

         Esta actitud de la oposición es equivocada y supone una actitud moralmente igual a la de Wasmosy: servil ante un poder extranjero, incapaz, por tanto, de servir realmente al pueblo paraguayo.

         Esto no es una mera declamación nacionalista. Es una constatación práctica que tiene notables consecuencias económicas.

         Aún en un mundo crecientemente globalizado, la defensa de instancias locales de poder y seguridad, que garanticen a los habitantes de una determinada nacionalidad y región una representación razonablemente respetable en el concierto internacional es una necesidad para la generación de riquezas.

         Lo contrario, la política que han seguido Wasmosy y González Macchi, la del alineamiento total, acrítico y sin propósito (radicalmente distinta a la alianza estratégica enunciada por Menem en Argentina – “relaciones carnales”-) solamente sirve para enriquecer a los delegados locales de firmas extranjeras, lo cual se ha demostrado claramente insuficiente para satisfacer las necesidades del Paraguay.

         La globalización es bidereccional y es beneficiosa, para todos, si se mantiene bidireccional, es decir del centro a la periferia y de la periferia al centro.

         González Macchi y Wasmosy la aprovechan beneficiando exclusivamente al centro en detrimento de la periferia, en perjuicio de su propio país, recibiendo por eso algunos privilegios.

         La oposición paraguaya hace muy mal en tratar de emular esa política, pues sus resultados serán los mismos.

         Para el Paraguay no se trata de qué partido esté en la Casa Blanca ni de cómo se llame su inquilino. Para el Paraguay se trata de lograr hacer ver al presidente de Estados Unidos que las decisiones que atañen a los intereses paraguayos se deciden en el Paraguay y entre los paraguayos y que la promoción de los legítimos intereses norteamericanos no se hará en Paraguay a costa de los intereses o de la soberanía paraguayos.

         Claro, para exigir y defender eso hay que saber de qué se habla, cosa que los políticos paraguayos, de todos los partidos, difícilmente hagan.

         Para el paraguayo de a pie, para el hombre común, nada cambiará con Bush o con el que sea, si sus políticos no son capaces de entender que ellos se deben a ese paraguayo común y no al embajador norteamericano. 

 

  

    

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