El caso Otazú
Enrique Vargas Peña
El señor Miguel Rafael Otazú Montanaro, ingeniero, es un hombre que
estuvo vinculado a los círculos de poder del Paraguay durante bastante tiempo. Es un
hombre de gran valor personal y, desde que la crisis financiera se llevó sus ahorros a
los bolsillos de quién sabe qué oligarca, ha estado encabezando las periódicas
protestas de los ahorristas* estafados.
Miles de paraguayos, miles, habían confiado sus ahorros al sistema
financiero paraguayo, que captaba recursos ofreciendo crecientes beneficios. El sistema
necesitaba imperiosamente esos recursos porque los dueños de bancos y financieras
financiaban con ellos la creación de numerosas empresas comerciales de su propiedad, de
propiedad de los dueños de bancos y financieras.
Son las célebres "empresas vinculadas".
Estas "empresas vinculadas" fueron, en general, mecanismos
para desviar el dinero de los ahorristas a cuentas bancarias en Miami, o en Islas Cayman,
cuentas bancarias pertenecientes a los dueños de bancos y financieras, con el expediente
de hacer figurar pérdidas en los balances de las empresas vinculadas.
Fue el mayor proceso de concentración de la riqueza sufrido por el
Paraguay en toda su historia, un proceso por el cual unos pocos financistas se apoderaron
de los frutos del esfuerzo de miles y miles de paraguayos.
Se trata, en esencia, de lo que los economistas llaman "sistema
piramidal" y, consecuentemente, vive mientras es capaz de captar nuevos recursos.
Cuando los recursos empiezan a escacear, debido a los costos que el
mismo sistema impone sobre la economía nacional (crecientes intereses, decreciente
liquidez), el sistema se cae, se derrumba.
Eso ocurrió en abril de 1995.
El señor Wasmosy, que entonces era presidente de la República y que
estaba relacionado con muchos de los financistas que habían operado el sistema, resolvió
entonces, en complicidad con gente como Gonzalo Quintana del Partido Liberal Radical
Auténtico, no tomar las medidas conducentes a revertir el proceso, consistentes en
obligar a los financistas a garantizar los ahorros que les habían sido confiados con sus
bienes, sino profundizar el proceso de concentración de la riqueza al asegurarles
recursos de los contribuyentes, es decir de los mismos estafados, para devolver los
ahorros perdidos.
Se dictaron tres leyes de "emergencia financiera" sucesivas,
mediante las cuales Wasmosy y sus amigos financistas drenaron setecientos millones de
dólares de la economía paraguaya, recursos que se desvanecieron como antes se habían
desvanecido los ahorros, agravando la recesión en que ya estaba sumido el país.
Así pues, un número sustancial de ahorristas, en cuyo nombre se
hicieron las leyes de "emergencia financiera", sigue sin ver el dinero que es
suyo, que debe estar a estas alturas convertido en residencias de algunos oligarcas en
Punta del Este.
El ingeniero Otazú es la figura más representativa de los ahorristas
estafados, su más persistente voz. Es una molestosa recordación de lo que han hecho a
Wasmosy y a sus amigos del sistema financiero.
Por eso la Policía de la dictadura los reprime duramente cada vez que
tiene oportunidad de hacerlo y por eso, cuando al inicio de esta semana quisieron entregar
una denuncia al presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Enrique Iglesias, en la
puerta del restaurante Mburicaó, según dicen de propiedad de Wasmosy, fueron brutalmente
apaleados por fuerzas de seguridad del régimen encabezadas por el mismísimo ministro del
Interior Walter Bower.
El ingeniero Otazú fue detenido y el "fiscal", que es hijo
de Francisco José De Vargas, empleado de Wasmosy, pidió que la detención fuera
convertida en prisión.
En el Paraguay de Marzo, los robados van a la cárcel y los empleados
de Wasmosy dictan las ordenes de prisión.
El juez de la causa accedió al pedido, como era lógico esperar en un
Poder Judicial presidido por otro amigo de Wasmosy -Wildo Rienzi- pero sustituyó la
prisión por otras formas de control, con las que la oligarquía que se ha llevado todo
podrá evitar escuchar el clamor del ingeniero Otazú, que es el de los ahorristas
estafados.