Carlos
Mateo, principal asesor del vicepresidente de la República, ha señalado
que el gobierno propicia la ingobernabilidad del país y, para
probarlo, ha formulado una serie de preguntas que nadie, en el Poder
Ejecutivo, ha respondido hasta el momento de escribir esto.
Por ejemplo, ¿se pondrá o no en vigencia el Plan Zayas?
Si alguien lo sabe, que lo diga pronto.
El gobierno no emite estas malas señales porque quiera o
porque sea especialmente mal intencionado. Las emite porque está
prisionero de su propia naturaleza.
El entusiasmo o, mejor, el delirio que rodeó la instalación
del gobierno impidió a mucha gente confirmar por sí misma lo que de
otra manera hubiera sido obvio: que estábamos en presencia de un
modelo político para el cual es sencillamente básico, fundamental,
usar al Estado como palanca para articular una base social que le
permita sobrevivir.
Esto significa que el gobierno se ve en la obligación política
de solventar con recursos públicos a una clientela mucho mayor que
las que ya se habían conocido en el país, una clientela que, dada la
dinámica del proceso, es siempre creciente.
Los cambios ocurridos en el gabinete muestran esto claramente.
Puesto contra la pared por la falta de fondos, el gobierno atina
solamente a insistir en las recetas que le dieron vida, indiferente a
la suerte del país y de los ciudadanos.
El Poder Ejecutivo no puede terminar de aclarar lo del Plan
Zayas u otra cuestión cualesquiera, porque al hacerlo establecería
un límite sobre su propia capacidad de alimentar a la base social que
lo sostiene con riesgo inmediato y cierto para su vida misma.
Para ponerlo en términos fáciles, el poder de este gobierno
reside en su capacidad de otorgar prebendas a aliados potenciales o
reales. Sin eso, se derrumba más rápido que un castillo de naipes
frente al ventilador.
Carlos Mateo y el equipo entero del vicepresidente Franco ven
eso con absoluta claridad.
Y porque es notorio que lo ven es que resulta difícil para la
gente, para el empresariado, entender qué es lo que están esperando,
no para derrocar al gobierno, cosa que pocos desean, sino para mostrar
a nuestra sociedad, que aún confía en ellos, que tienen un camino
alternativo que podría sacar al país del marasmo.
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