La cumbre de
Mercosur
Enrique Vargas Peña
Con la asistencia de tres presidentes salientes, Carlos Menem de
Argentina, Julio Sanguinetti de Uruguay y Eduardo Frei de Chile, un presidente dudoso,
Luis González Macchi de Paraguay, y la del presidente brasileño Fernando Hernrique
Cardoso, así como con la notoria ausencia del presidente boliviano Hugo Bánzer y la
presencia extraordinaria del presidente electo Hugo Batlle de Uruguay, se desarrolló la
Cumbre de Mercosur de Montevideo.
La ausencia de Bánzer por una excusa pueril, como es la de esperar
resultados electorales, resultados conocidos ya el lunes a la noche, es notable.
El presidente boliviano es hombre de los norteamericanos.
El tema central de la cumbre, el que importa a todo el mundo, es el del
acuerdo automotor entre Argentina y Brasil, que llegó a la mesa de los presidentes sin
suficiente preparación.
De la mano de ese tema, existe la posibilidad de que Brasil imponga a
los demás socios un arancel externo común de 35%, a lo que hasta ahora se habían
opuesto Uruguay y Paraguay y, con menor fuerza, también Argentina.
Chile, desde luego, decidió quedarse afuera por considerar dicho
asunto inaceptable.
La posición de Cardoso es ventajosa con respecto a Menem, pero Menem
está solamente para despedirse y cabe pensar que las posiciones argentinas tienen ya el
visto bueno de Fernando de la Rúa.
Mientras Paraguay tuvo gobiernos independientes, se opuso a la
elevación del arancel externo común pues es el país que entró al Mercosur con la
economía más abierta. Mercosur no contribuyó en abrir la economía paraguaya.
Contribuyó a cerrarla.
Pero ahora, debido a que González Macchi no depende del voto del
pueblo sino que debe su poder a una coalición de poderes fácticos entre los que se
cuenta Brasil, es probable que la posición paraguaya sobre el arancel externo común sea
relativizada, aunque se guarden algunas apariencias.
El arancel externo bajo conviene al Paraguay y le convino siempre:
cuanto más abierta es una economía, mayor variedad de bienes y servicios están a
disposición de los consumidores locales y, de acuerdo a las pautas de política
industrial, más competitiva es su producción.
González Macchi habrá hecho una tibia defensa de los aranceles bajos,
solamente para plegarse, bajo la mesa, a la posición de Brasil, país que le brinda
soporte político.
Que se lo brinda justamente para eso, para mejorar su posición
regional.
A González Macchi y a su régimen el bienestar del Paraguay les
interesa menos, mucho menos que su propia supervivencia política, lo cual figura al tope
de su agenda.
Consecuentemente, si para asegurar su supervivencia política deben
sacrificar, como ya han sacrificado muchas, algunas tradicionales y ventajosas posiciones
de la política exterior del Paraguay, lo harán sin más trámite.