Pasados
los agitados días iniciales de inamovilidad de los miembros de la Corte
Suprema de Justicia y expuestos ya los argumentos a favor y en contra de
la decisión tomada por los integrantes de tal organismo, es necesario
reafirmar algunas cosas.
Primera, los miembros de la Corte cuya inamovilidad fue
sancionada por decisión unánime de ese mismo organismo, el pasado
viernes 5, han sido los magistrados más perversos que ha conocido la
historia reciente del Paraguay porque, a los efectos de satisfacer
requerimientos políticos, sacrificaron principios esenciales para la
vida de una sociedad abierta bajo el imperio de la ley.
Segunda,
esos mismos miembros han montado el Poder Judicial menos eficiente de la
historia reciente del Paraguay, sobre cuya integridad moral existen
serias imputaciones nacionales e internacionales
Tercera, los graves problemas políticos e institucionales que
definen la presente crisis sistémica de la vida paraguaya encuentran
explicación suficiente en decisiones tomadas por esos miembros de la
Corte Suprema de Justicia.
Sin embargo, es obvio que ningún buen sistema de administración
judicial ha sido fundado en lugar alguno sin la garantía de la
inamovilidad de los jueces y que ella, aún cuando ciertamente no es
suficiente para asegurar la decencia y la solvencia de los magistrados,
es necesaria para hacerlo, pues reduce el campo sobre el que se puede
ejercer presión sobre ellos.
En consecuencia, la consagración de la inamovilidad de los
miembros de la Corte Suprema de Justicia, incluso cuando beneficie
inmediatamente a estos miembros del organismo, beneficia todavía más
al restablecimiento de la rota transición hacia la democracia en
Paraguay.
Pero nada de esto obsta para señalar que esta inamovilidad puede
ser usada como un mero paso en el proyecto que impulsa el ingeniero Juan
Carlos Wasmosy de reformar la Ley Fundamental de 1992 con el fin de
permitir su reelección a la presidencia de la República, riesgo
siempre presente en ministros que han preferido la lealtad a tan
poderoso actor político antes que la fidelidad al espíritu de las
leyes.
En efecto, munidos de una autoridad que antes no tenían, estos
ministros de la Corte Suprema de Justicia podrían muy bien usarla para
consolidar las no disimuladas ambiciones del Sr. Wasmosy.
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