editorial del diario La Nación del 10
de febrero de 2000*
La euforia liberal
Uno de los hechos de la reciente convención del partido Liberal
Radical Auténtico (PLRA) que no se han analizado aún con suficiente profundidad es la
llamativa, realmente singular, euforia que embargó a los integrantes de la mayoría que
se impuso en dicho evento.
Dos momentos son memorables y, con toda seguridad, serán recordados
por la opinión pública con relación a la convención: el primero, el ingreso al acto
del embajador del señor González Macchi, Domingo Isabelino Laíno Figueredo, en
compañía del aliado del ex presidente Juan Carlos Wasmosy, senador Francisco José de
Vargas; el segundo, el anuncio final realzado por el presidente del PLRA, senador Julio
Cesar Franco, sobre los resultados finales de la convención.
El ingreso de Laíno y De Vargas a la sede del Consejo Nacional de
Deportes, donde deliberaba la convención liberal, provocó el más grande, sostenido y
elocuente abucheo que se recuerde en los últimos tiempos.
La repulsa que la conducta de estos dos políticos causa en las filas
de su propio partido es evidente y persistencia en desconocer la voluntad mayoritaria de
los radicales auténticos ha provocado una reacción que seguramente no esperaban ni en
sus más negras pesadillas.
Por alguna razón que todavía no está clara, De Vargas hizo alarde de
su posición junto a Laíno, como si quisiera que se tomara nota de ella. Y por alguna
razón fácil de adivinar ambos fueron estentóreamente repudiados de una forma tal que,
en su lugar, cualquier político decente hubiera ya renunciado.
El abucheo a Laíno y a De Vargas ha sido la primera demostración
pública clara del sentir de una vasta mayoría del pueblo paraguayo con respecto al
gobierno llamado de unidad nacional, un régimen abusivo, medularmente corrupto,
instrumentador de la Justicia y obviamente usurpador.
La explosión de júbilo ocurrida al final de la convención, cuando el
presidente de los radicales auténticos dio las cifras definitivas que mostraban la
aplastante victoria de quienes desean alejar al PLRA del contubernio que lo unió a un
experimento autoritario, tiene, si se quiere, mayor significación, pues ha expuesto al
país y al mundo la primera expresión institucional del profundo descontento que el
Paraguay siente hacia un régimen impuesto con ayuda de embajadas extranjeras en contra de
la voluntad soberana del pueblo.
Un setenta por ciento de las bases liberales no quiere saber nada de
compartir el poder con quienes están demoliendo no solamente el nivel de vida de los
paraguayos, sino sus duramente conquistadas libertades políticas y sociales.
El significativo esfuerzo económico, político y propagandístico que
la dictadura ha realizado para evitar que se produzca este pronunciamiento incontestable
de uno de los dos partidos políticos paraguayos se explica por la necesidad del régimen
de ocultar lo que el país piensa de él, por evitar que el país tome conciencia de su
propio descontento desatando la ola del cambio que estaba siendo ocultada con los
ofensivos discursos de diplomáticos norteamericanos o vaticanos con los que el gobierno
pretende reemplazar la soberanía del pueblo paraguayo.
La voluntad de la clara mayoría de la convención del partido Liberal Radical
Auténtico, sin embargo, será insuficiente si no sirve para obligar a la dirigencia de
ese partido a actuar de acuerdo con lo que todo el país está pidiendo, que es poner,
ordenada y rápidamente, fin al régimen de una familia, que está vaciando al Paraguay.