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Decencia

Enrique Vargas Peña 

07 de marzo de 2001

El sistema paraguayo premia a los inescrupulosos; cuanto más cerca de la delincuencia actúen, más grande es la ganancia que obtienen. 

Hay fortunas notables, cuyos beneficiarios vienen a tratar de hacerse pasar por exitosos hombres de negocios cuando lo cierto es que no son más que inmorales que en una sociedad medianamente sana nadie saludaría siquiera.

         Pero la nuestra no es una sociedad sana, sino terminalmente enferma.          En Paraguay los inmorales triunfan y son los dueños de la situación.

         Hay sinvergüenzas que saltaron del "escarabajo" a la estancia en el Chaco sin pasar por el trabajo decente.

         Una de las técnicas consiste en realizar, en complicidad con socios bien ubicados, trabajos escandalosamente sobrefacturados que se cargan a terceros, por ejemplo al sector público o a clubes sociales.

         La opción de pago que se ofrece a las víctimas es enajenar una parte de su patrimonio, subvaluando, de paso, el precio de lo entregado, para que los ladrones aparezcan todavía como haciendo un favor y como buena gente.

         Hay muchas estancias, en efecto, que se explican de ese modo.

         El ex senador Sánchez Villagra denunció hechos como esos en una carta publicada en ABC Color el día 5 de marzo.

         Las diferencias se cargan a los contribuyentes, que son condenados a pagar impuestos y tasas más elevados o cuotas sociales más altas para que unos pocos sinvergüenzas vivan cada vez mejor.

         La falta de escrúpulos es un sustituto habitual de la falta de inteligencia hasta el punto que en este pobre país se ha llegado a confundir ambas cosas, la inteligencia y la falta de escrúpulos.

         El resultado es un mecanismo social que desalienta cualquier progreso y que condena al país al atraso y a la injusticia.

         Las consecuencias están a la vista: los astutos han establecido un gobierno basado en la trampa cuyas incompetencia y triquiñuelas les está arruinando incluso los negocios sucios, y les está afectando en su posibilidad de seguir viviendo aquí con tranquilidad.

         El escaso entendimiento que tienen les impide proponer otra solución que no sea la de acelerar la descomposición que les llegará indefectiblemente.

 

    

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