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Sin ideas

Enrique Vargas Peña

05 de octubre de 2000

         

        El nuevo ministro del Interior se ha inaugurado con un proyecto que da la pauta de la pobreza intelectual y del talante autoritario que existe en el entorno más directo del presidente González Macchi.

        El ministro Fanego pretende reimplantar no ya el "edicto Bower" que hubiera afectado solamente a los menores, sino el tristemente célebre "edicto Nro. 3" de la época autoritaria.

        La idea del ministro Fanego tiene dos problemas graves, uno de orden filosófico y otro de orden práctico.

        El problema filosófico tiene que ver con la libertad, con el derecho de los ciudadanos de ejercer la actividad lícita de su preferencia sin interferencia de la autoridad pública siempre que se realice sin perjuicio de terceros.

        Limitar el horario de atención al público de los locales nocturnos con la excusa de frenar la ola de delincuencia que azota al país es imputarles responsabilidad en la misma, lo que es un despropósito sencillamente inadmisible, pues la mayoría de los propietarios de estos locales son gente que trabaja duramente para llevar un nivel de vida decente sin necesidad de recurrir a alguna de las formas de corrupción con la que algunos se han hecho ricos de la noche a la mañana.

        Se viola, además, sin miramientos, el principio de la presunción de inocencia, aplicando un castigo que no existe en la ley.

        Se trata, en síntesis, de un acto de arbitrariedad gubernamental.

        El problema práctico tiene que ver con la situación económica. Es evidente por sí mismo que los locales nocturnos son generadores de actividad económica, proporcionan empleo, producen capital.

        Limitar su horario de atención al público contribuirá a agravar la ya difícil situación económica que sufre la República, lo que al ministro Fanego parece tenerle sin cuidado.

        La ola delictiva que afecta al país nada tiene que ver con la hora en que los chicos vuelven a casa, ni con la hora en que los locales nocturnos se cierran.

Tiene que ver con la quiebra moral que se observa a lo largo y a lo ancho de la administración pública.

        El gobierno del presidente González Macchi se ha caracterizado por hacer caso omiso de las cosas que hacen posible la existencia de una sociedad medianamente abierta y autosustentable, pero en vez de aprender con los fracasos que va acumulando, parece decidido a reiterarlos y profundizarlos sin solución de continuidad. 

 

   

   

 

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