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Ética profesional

Enrique Vargas Peña 

03 de abril de 2001

Los publicistas al servicio del régimen de marzo han hecho cuestión, en estos días, con motivo de su disputa con el director del diario ABC Color, de que ellos tienen derecho a trabajar para el gobierno como cualquier abogado lo tiene a defender a un criminal sin que eso perjudique su imagen.

         Joseph Goebbels, publicista del régimen nacionalsocialista alemán, podría alegar, según esta lógica, que el suyo fue un trabajo estrictamente profesional con respecto a Adolfo Hitler.

         Goebbels era un excelente profesional. Lo que se dice un verdadero genio de la propaganda política. En tal carácter, convirtió la persecución de los judíos, el horror de los hornos crematorios, la abolición de la democracia y demás elementos que hacían del régimen una verdadera pesadilla en “la defensa de la cultura occidental”.

         Lo hizo de manera tan eficiente que hasta hoy hay quien afirma, sin saber que usa los argumentos ideados por Goebbels, que la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial fue una verdadera derrota del mundo occidental.

         Las dictaduras latinoamericanas de la segunda mitad del siglo XX usaron, todas, los argumentos de Goebbels para sostener la abolición de la democracia frente al comunismo.

         Hoy, a nadie se le ocurriría reivindicar abiertamente la carrera de Goebbels y, menos aún, su “ética”. ¿Qué ética podía argüir un hombre que defendía crímenes como los que cometió el hitlerismo?

         Los publicistas del régimen de marzo trabajan específicamente en disfrazar su carácter autoritario, en relativizar sus crímenes, en minimizar sus horrores. Ellos los conocen y los ocultan.

         ¿De qué ética hablan?

         Ellos no están trabajando para mejorar la comunicación del gobierno, sino para hacer creer que el gobierno es una cosa distinta a lo que en realidad es.      

    

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