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Establemente inestables

Enrique Vargas Peña

02 de noviembre de 2000

  

El gobierno se muestra dispuesto ahora a someterse a los planes, recomendaciones y fiscalizaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) con el fin de lograr algún control sobre las finanzas públicas.

Sobre el FMI es necesario entender algunas cosas.

Es, en primer término, un banco que funciona y “siente” como tal. El negocio de los bancos es prestar dinero, no para perderlo, sino para recuperarlo con intereses y a tal fin exige garantías, cuanto más sólidas, mejor.

Los paquetes del FMI se formulan en orden a garantizar los créditos que la institución autoriza y esa garantía considera a los países como acreedores que voluntariamente se obligan a cumplir con sus obligaciones contractuales.

Un gobierno puede ser al mismo tiempo un muy buen pagador de sus

obligaciones internacionales y establecer internamente condiciones durísimas sobre la población para asegurar aquel cumplimiento.

Tal vez el caso clásico de un gobierno con una administración financiera buena lograda mediante la anulación del potencial productivo de la sociedad sobre la que imperó sea el de Oliveira Salazar en Portugal o, en menor grado, el de Alfredo Stroessner en Paraguay.

Es decir, las prioridades del FMI no son, y no tienen por qué ser, las de una sociedad determinada a la que se desee prestar recursos, ni necesariamente coinciden las prioridades del gobierno con las de dicha sociedad.

La dictadura militar argentina (1976-1983) es un ejemplo típico de

Gobierno con prioridades distintas a las de la sociedad sobre la que actúa. En general, puede decirse que los gobiernos no elegidos por el pueblo tienen prioridades diferentes a las de las sociedades sobre las que imperan.

         Las prioridades del actual gobierno paraguayo son, como se deduce fácilmente de una lectura del proyecto de Presupuesto General de Gastos o del seguimiento de su conducta financiera desde marzo de 1999, asegurar recursos para su base de sustentación política.

         Para asegurar esto, el gobierno paraguayo no ha dudado un segundo en cortar inversiones en infraestructura, educación, salud, que son las prioridades obvias del pueblo paraguayo.

Este gobierno está ahora anunciando que se someterá a los dictados del FMI, con el objeto de lograr los recursos frescos que no puede ya obtener del país que ha sido vaciado y se encuentra exánime.

El FMI verá que el gobierno paraguayo tiene voluntad política, como siempre la ha tenido, de hacer lo necesario para mantenerse y le prestará los recursos, en un plazo razonablemente breve.

El gobierno impondrá a la gente los planes del FMI, lo cual sería aceptable si sus prioridades fueran las de la ciudadanía, para pagar otros planes, los suyos propios, centrados en la supervivencia del poder.

               Se obligará así a los paraguayos a endeudarse, no para tener más y mejores rutas, más y mejores escuelas y colegios, más y mejores centros de salud, sino para que las fuerzas políticas que ocupan el gobierno lleguen tranquilas al 2003 y piensen ya en seguir más alla. 

 

   

 

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