El gobierno se muestra dispuesto ahora a someterse a los
planes, recomendaciones y fiscalizaciones del Fondo Monetario
Internacional (FMI) con el fin de lograr algún control sobre las
finanzas públicas.
Sobre el FMI es necesario entender algunas cosas.
Es, en primer término, un banco que funciona y siente
como tal. El negocio de los bancos es prestar dinero, no para
perderlo, sino para recuperarlo con intereses y a tal fin exige garantías,
cuanto más sólidas, mejor.
Los paquetes del FMI se formulan en orden a garantizar los créditos
que la institución autoriza y esa garantía considera a los países
como acreedores que voluntariamente se obligan a cumplir con sus
obligaciones contractuales.
Un gobierno puede ser al mismo tiempo un muy buen pagador de
sus
obligaciones
internacionales y establecer internamente condiciones durísimas sobre
la población para asegurar aquel cumplimiento.
Tal vez el caso clásico de un gobierno con una administración
financiera buena lograda mediante la anulación del potencial
productivo de la sociedad sobre la que imperó sea el de Oliveira
Salazar en Portugal o, en menor grado, el de Alfredo Stroessner en
Paraguay.
Es decir, las prioridades del FMI no son, y no tienen por qué
ser, las de una sociedad determinada a la que se desee prestar
recursos, ni necesariamente coinciden las prioridades del gobierno con
las de dicha sociedad.
La dictadura militar argentina (1976-1983) es un ejemplo típico
de
Gobierno
con prioridades distintas a las de la sociedad sobre la que actúa. En
general, puede decirse que los gobiernos no elegidos por el pueblo
tienen prioridades diferentes a las de las sociedades sobre las que
imperan.
Las
prioridades del actual gobierno paraguayo son, como se deduce fácilmente
de una lectura del proyecto de Presupuesto General de Gastos o del
seguimiento de su conducta financiera desde marzo de 1999, asegurar
recursos para su base de sustentación política.
Para
asegurar esto, el gobierno paraguayo no ha dudado un segundo en cortar
inversiones en infraestructura, educación, salud, que son las
prioridades obvias del pueblo paraguayo.
Este gobierno está ahora anunciando que se someterá a los
dictados del FMI, con el objeto de lograr los recursos frescos que no
puede ya obtener del país que ha sido vaciado y se encuentra exánime.
El FMI verá que el gobierno paraguayo tiene voluntad política,
como siempre la ha tenido, de hacer lo necesario para mantenerse y le
prestará los recursos, en un plazo razonablemente breve.
El gobierno impondrá a la gente los planes del FMI, lo cual
sería aceptable si sus prioridades fueran las de la ciudadanía, para
pagar otros planes, los suyos propios, centrados en la supervivencia
del poder.
Se obligará así a los paraguayos a endeudarse, no para tener más y
mejores rutas, más y mejores escuelas y colegios, más y mejores
centros de salud, sino para que las fuerzas políticas que ocupan el
gobierno lleguen tranquilas al 2003 y piensen ya en seguir más alla.
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