Se
confirman cambios importantes en el gabinete de ministros que supondrían
abrir la posibilidad de un golpe de timón en la dirección de los
asuntos económicos largamente esperado por los sectores productivos.
Pero esos cambios no serán suficientes para evitar el colapso
que todos los analistas vaticinan con extraña unanimidad, pues quien
no se ha enterado del desastre, o si se enteró no se nota, es esa
mayoría hegemónica de la autodenominada clase política que
pesa más que los ministros en la dirección del país.
No es justo achacar a la clase política sola los males
que padece el Paraguay, pero sería menos justo aún admitir la tesis
que sostienen algunos de sus miembros según la cual ella está exenta
de mayor responsabilidad.
La clase política tiene responsabilidad, y en grado
superlativo, en la situación porque ella es, al menos desde 1991, la
fuerza que ha incidido más en todo lo que se ha hecho o dejado de
hacer en el Estado.
El empresariado, que parece estar aprendiendo la amarga y dura
lección que implícita en el paso por la actividad política de
Guillermo Caballero Vargas y Juan Carlos Wasmosy, en el sentido de que
su intervención directa, corporativizada, en la vida electoral tiene
efectos deletéreos, pide a gritos que se le deje trabajar.
Pide que las querellas propias de una democracia se conduzcan
de manera democrática en el marco de la ley, para proyectar las
necesitadas estabilidad y previsibilidad que no son posibles cuando
hay trampas en los recuentos de votos, cuando hay proscripciones,
cuando no hay fair play.
Pide también que los caciques políticos dejen de usar al
sector público como refugio de su clientela, porque eso cuesta más,
mucho más, de lo que el país puede pagar.
Y pide, sobre todo, que dejen de influenciar en la administración
judicial, porque cuando van a los tribunales lesionan la seguridad jurídica
que el país requiere imperiosamente.
No se trata de establecer autoritarias treguas políticas, sino
de actuar en el marco limpio del sistema democrático. Si los políticos
no entienden el clamor que se eleva desde todos los puntos del país,
no deben sorprenderse después de la pésima imagen que tienen entre
los ciudadanos.
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