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Afganistán y Lezcano Claude

Enrique Vargas Peña 

02 de marzo de 2001

El mundo asiste atónito e impotente a los crímenes de lesa cultura que están cometiendo los curas afganos en su afán por satisfacer a Dios: han iniciado la destrucción de todas las estatuas de Afganistán por estar la estatuaria condenada en los libros santos.

         Así están cayendo bajo las hachas o los cañonazos obras milenarias, que has estado allí desde siglos antes de que los profetas de la locura revelaran las religiones con las que se oprime al género humano y que son parte del patrimonio cultural de la humanidad.

         Desde luego, es sabido que la religión y la cultura son enemigas irreconciliables y que los únicos períodos en que colaboran es cuando se relaja el celo religioso.

         Pero el hecho que importa al Paraguay de estos crímenes afganos es otro: cómo la dinámica autoritaria conduce necesariamente a los regímenes tiránicos a intentar aislarse del mundo, para cometer sus desatinos libremente, y cómo a mayor aislamiento corresponde mayor barbarie.

         Las últimas declaraciones, ya comentadas, del ministro de la Corte Suprema judicial, Luis Lezcano Claude, descalificando el informe que sobre la situación de los derechos humanos en Paraguay publicó el Departamento de Estado de Estados Unidos, son un síntoma preocupante de que la tendencia autoritaria al aislamiento se encuentra operando ya a plena marcha en Paraguay.

         Cuando se recuerda cómo eran recibidas las críticas internacionales en los tiempos de la dictadura de Alfredo Stroessner y el círculo de autoalimentación entre aislamiento y radicalización que caracterizaron los últimos tiempos de aquel régimen, se observa con claridad de qué se trata esta reacción de Lezcano Claude.

         Un régimen necesita aislarse cuando requiere cometer abusos que le posibiliten sobrevivir. Allí está no solamente el caso de Afganistán, sino el de Birmania o el de Libia.

         El régimen paraguayo nacido el 28 de marzo de 1999 y presidido por Luis Ángel González Macchi requirió de la represión que se señala en el informe norteamericano para instalarse y para consolidarse y ahora requiere más represión para sobrevivir al descontento que su existencia genera.

         Lezcano Claude, uno de los hombres clave del régimen, sabe que no podrán hacer lo que necesitan para sobrevivir si es que existe una influencia fiscalizadora externa y por eso hace ese llamado al nacionalismo excluyente que descalifica cualquier observación externa.

         Si tienen éxito, Lezcano Claude y sus cómplices terminaran no lejos de los curas afganos, tal vez no destruyendo estatuas, pero sí pisoteando los monumentos de la cultura occidental que son el Estado de Derecho y la libertad.

 

    

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