El presupuesto
del 2000
Enrique Vargas Peña
El Senado pretende aumentar en trescientos millones de dólares los
gastos programados en el presupuesto del año 2000 que se está elaborando.
Pero aún cuando no logre su objetivo, ese presupuesto contiene ya
muchos más gastos que los del presente ejercicio, 1999, y permite explicar hacia dónde
está dirigiendo el país su actual "clase" política.
El Paraguay está estancado desde hace 16 años, con un ingreso anual
per cápita de unos mil seiscientos dólares. A raíz de la crisis financiera estallada en
abril de 1995, el estancamiento adquirió visos de recesión: desde 1997, el Producto
Interno Bruto está descendiendo entre medio y un punto por año y, de mantenerse las
tendencias actuales, durante el 2000 puede incrementar su ritmo de descenso a uno y medio
por ciento anual.
Estas cifras, sin embargo, parecen benignas con relación a la
sensación que existe en la calle y a las tasas de disminución de actividad económica
que muestran los diferentes sectores, que llegan a caídas que se sitúan entre el 20% y
el 40%, afectando incluso las ventas de cervezas y pan.
Ocurre que las cifras globales del Producto Interno Bruto incluyen la
actividad generada por el Estado, que si ha tenido un incremento sostenido, pero que no
está dedicada a optimizar o aumentar el aparato productivo, sino a satisfacer sus gastos
corrientes y sus compromisos financieros.
Esto significa sencillamente que los índices globales de la recesión
(uno por ciento este año, por ejemplo) esconden dos cosas al mismo tiempo: primera, la
caída real de la actividad económica del sector privado que, salvo excepciones muy
contadas (tal vez la soja), es muy pronunciada; segunda, el proceso de concentración de
la riqueza mediante el Estado.
El Estado se ha convertido en un auténtico vampiro y esto no es un
eufemismo: está absorbiendo crecientemente los recursos que el país necesita para vivir,
para concentrarlos en muy pocas manos, que los sacan de circulación.
Ingentes cantidades se destinan, en el presupuesto en estudio tanto
como en el que está en curso, a transferir, con títulos dudosos, los escasos recursos
que le quedan a la sociedad, a las pequeñas listas de privilegiados que se las han
ingeniado para aparecer como dignos de recibir algún tipo de "salvataje
financiero" y a pagar los crecientes sueldos, salarios, viáticos, gastos de
representación y jubilaciones de la burocracia.
Cualquier persona que salga a la calle o al campo puede ver lo que esto
significa en términos reales: los funcionarios públicos en lujosas "4x4", los
carteles de "Se vende" o "Se alquila" floreciendo, las cada vez más
grandes aglomeraciones de niños y jóvenes de la calle, despojados de esperanza.
La perversidad del régimen de Marzo, que es continuidad administrativa
de la gestión de Juan Carlos Wasmosy en la presidencia de la República, es manifiesta,
insolente, soez, insoportable.
En el Senado nadie defiende el dinero del pueblo y todos están viendo
cómo repartirse con mejor provecho lo que se roba a la nación paraguaya.