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¿Que no nos cambien la historia?

Enrique Vargas Peña

01 de diciembre de 2000

  

        Los héroes del “marzo paraguayo” (con ese nombre pretenden equipararse pomposamente al “mayo frances” de 1968) parecen desesperados porque están viendo la luz curiosos documentos sobre los sucesos que desembocaron en la instalación del gobierno de Luis Ángel González Macchi.

        Joaquina Romero Pereira, por ejemplo, publicó el 01 de diciembre en Ultima Hora una nota - "Que no nos cambien la historia" -, muy bien escrita, en la que con cierta poesía intenta pasar por alto los hechos y descalificar las nuevas investigaciones sobre la masacre de la Plaza del Congreso.

        Pero los hechos, y no la bella retórica, son los que importan a la sociedad. Los paraguayos tenemos derecho a conocer todas las versiones y a extraer de su comparación nuestras propias conclusiones.

        ¿Por qué los héroes del “marzo paraguayo” no quieren que se debatan en público y con el público estos curiosos documentos que se están dando a conocer últimamente?

        ¿Cuál es la razón por la que los paraguayos deberíamos quedar satisfechos con la historia oficial?

        Hoy en día toda persona medianamente informada sabe que una parte de la esta historia oficial se construyó en base a falsos testimonios y mentiras hasta el punto que el gobierno se vio obligado a recurrir a un montaje distinto.

        No solamente eso. Aquí se ha montado un aparato de coerción para amedrentar a todo paraguayo que se atreva a disentir de la historia oficial. Un aparato que va desde inspecciones de Hacienda sobre empresarios hasta expulsiones de clubes sociales para rebeldes recalcitrantes o apercibimientos gremiales para profesionales dubitativos, para no mencionar la represión pura y dura que se ejerce sobre la disidencia política.

        En el “Paraguay de marzo” imperan los mismos miedos que existían antes de 1989. El “no te metas”, el “no quiero aparecer”, el “no me comprometas”, están a la orden del día.

        Y si una parte de la historia oficial se hizo así, y si toda ella es sostenida con la fuerza bruta, podría Joaquina Romero Pereira en conciencia garantizar que esa historia es verdadera?

        La Historia (en mayúscula y sin adjetivos) enseña que las versiones oficiales que requieren aplastar la duda son siempre falsas y el intento de los héroes del “marzo paraguayo” por mantener, recurriendo a poesías o a garrotazos, la chata uniformidad que han impuesto al país desde que conquistaron el poder es un indicio muy notable acerca de que los hechos que protagonizaron no son tan gloriosos como los pintan.

  

   

    

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