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Desinversión

Enrique Vargas Peña

01 de setiembre de 2000

           

         

          En tren de tratar de controlar el déficit fiscal, el gobierno remitió al Congreso un proyecto de presupuesto que, según informes de prensa, reduce en un veinte por ciento los recursos destinados a las inversiones físicas.

          

          La inversión pública es crónicamente exigua en el Paraguay, donde se encuentra constreñida por los gastos de personal desde tiempo inmemorial, pero la situación se ha agudizado notablemente desde el advenimiento de la transición a la democracia y, especialmente, desde marzo de 1999.

          

           El país se encuentra, consecuentemente, ante un sostenido proceso de deterioro, no ya de estancamiento sino de deterioro, de su infraestructura básica, lo que se agrava por el crecimiento relativo de la comunidad de naciones con las que convive.

 

En síntesis, el Paraguay es cada vez menos capaz de hacer frente a los desafíos de la nueva economía, o de la vieja, y está quedando muy rezagado.

 

La falta de inversión pública no sería un problema mayor si no existieran impedimentos de todas clases para la inversión privada en campos generalmente atendidos por el sector público, entre los que el más importante es, tal vez, la corrupción que impide la concurrencia de los interesados.

 

Porfirio Cristaldo expuso, días pasados, en ABC, la notable experiencia registrada en Somalía, un país que quedó directamente sin Estado como consecuencia de la guerra civil. El sector privado asumió pronto y bien numerosas tareas antes impedidas por el gobierno y tampoco realizadas por él.         

Pero en Paraguay hay Estado y el gobierno ha decidido profundizar la tendencia a la desinversión. Es otro síntoma de la falta de una orientación política renovada, de la persistencia en un esquema, el diseñado por Alfredo Stroessner, que funciona en base a dos motores que en este momento son, simplemente, cosa del pasado: el gran crédito externo y el autoritarismo.

 

          Las consecuencias del presupuesto de 2001, entonces, sin considerar que él mismo es un instrumento escasamente respetado en el marco del desorden que va ocupando todos los espacios de la vida nacional, no serán las que se esperaban y necesitaban. 

 

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