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Haider

Enrique Vargas Peña

Una justificada ola de temor ha despertado en Israel el adveniemiento al poder en Austria del partido Liberal austríaco, liderado por Jörg Haider, carismático líder político que tuvo el desatino de decir algunas cosas que la decencia prefiere ocultar en el silencio.

Dijo, por ejemplo, que muchos de quienes sirvieron a Alemania en la unidad militar conocida como "Waffen SS", perteneciente a la temida guardia personal del dictador alemán Adolfo Hitler, eran "personas normales y respetables".

Los judíos, y en general toda persona con alguna formación histórica, no pueden, sencillamente, admitir este tipo de comentarios: el régimen nacional-socialista de Hitler, del que las "Waffen SS" eran parte, asesinó a seis millones de judíos. Eso no fue normal o respetable.

Señalado lo anterior, también es necesario decir que la ola de protestas que el triunfo de Haider ha desatado en Europa y Estados Unidos tiene escasa relación con el temor de Israel, salvo en su utilización como excusa.

El triunfo, y el subsiguiente crecimiento, del partido Liberal austríaco no se basa, como pretenden hacer creer los partidos políticos que dominaron Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial - demócratas cristianos y socialistas-, en la reivindicación de Hitler, sino en el cuestionamiento de la partidocracia y de la corrupción que le es consustancial.

El sistema de partidos que ha dominado a Europa es profundamente, visceralmente corrupto y no es, digan lo que digan sus agentes, plenamente democrático.

La Europa de los partidos no es más que la suma escandalosa de coimas, robos y privilegios delatada por los jueces de la "mani pulite" en Italia, por los sobornos recibidos por Helmut Kohl en Alemania, por los regalos de Roland Dumas en Francia. La Europa de los partidos ha caído tan bajo que incluye casos de pedofilia entre los políticos en Bélgica.

La Europa de los partidos abomina de la participación popular, como se ha demostrado en la frustrada candidatura del socialista Josep Borrel en España, destruida por oligarcas políticos que designan a dedo, y entre cuatro parades, a los candidatos que después se proponen al pueblo, que no tiene muchas opciones desde que los propuestos están todos asociados en diversas formas de "pacto de gobernabilidad".

Durante treinta años, un período casi tan largo como el de Alfredo Stroessner, socialistas y demócratas cristianos gobernaron de ese modo a Austria, país en el que incluso para obtener un departamento es necesaria la recomendación de algún cacique político de barrio, delegado de la rosca que permite vivir a algunos pocos a costa de los elevadísimos impuestos que sufre el pueblo.

Haider es quien ha cuestionado todo eso y por eso, no por sus ridículos comentarios sobre las "Waffen SS", tiene apoyo público, no solamente en Austria, sino en Alemania y en toda Europa.

Haider es un síntoma, no una causa. Haider muestra el hartazgo del pueblo frente a la Europa de los partidos.

Son los corruptos, los ladrones y los sinvergüenzas quienes deben ser responsabilizados del crecimiento de Haider y Estados Unidos, como siempre, hace muy mal en confundir a los bandidos con la democracia, satanizando a quienes canalizan la protesta.

Los políticos europeos, por supuesto, aprovechan el enojo de Israel para ocultar su propia miseria y para resistir por la fuerza, tal como sus colegas latinoamericanos, la voluntad de cambio de sus víctimas.