El
último episodio ocurrido en el "Panchito Lopez",
penitenciaría para delincuentes juveniles, demuestra en forma
dolorosa, y descarnada, la situación penitenciaria paraguaya. Las cárceles
paraguayas son, no la antesala del infierno sino el infierno en sí,
y probablemente más terrible que esa ficción medieval.
Suciedad,
hacinamiento, promiscuidad, vicio, drogas y mal trato son las
características sistemáticas de los recintos penitenciarios
paraguayos, donde los delincuentes son vejados y torturados, no
solamente por los desalmados que ofician de guardias sino por el
entorno mismo. Vivir en esos pabellones y celdas es la peor tortura
que pueda sufrir un ser humano.
Se
dice que la falta de presupuesto es la responsable de esta aberración
que deshonra a los paraguayos en su conjunto, porque la permiten,
pero no es verdad. En el Ministerio de Justicia, desde hace décadas,
se junta dinero para la reforma penitenciaria, y se calcula que
debería haber disponibles unos cien millones de dólares, que, por
supuesto, ya no están. El crecimiento milagroso del patrimonio de
funcionarios que no ganan mensualmente ni siquiera mil dólares
indica por que las cárceles paraguayas siguen siendo lo que son.
La
realidad es que pocas personas se preocupan del estado de las cárceles:
Familiares de presos, y unas pocas dedicadas, por altruismo, a
aliviar la desesperante situación de los presos. Algún sacerdote,
como el padre - él se merece el título - De la Vega y prácticamente
nadie más. Todos cierran los ojos, nadie quiere pensar, y los
responsables roban con una impunidad casi absoluta, porque de la
situación de los presos nadie quiere hablar. En todo caso la mayoría
piensa que se merecen lo que tienen.
En
las cárceles paraguayas se mezclan los detenidos y procesados con
los condenados, que son los menos, sufriendo los mismos terribles
vejámenes y las mismas humillaciones. ¿Quien es el principal
responsable? El Ministro de Justicia, por supuesto. A su cargo están
las penitenciarías y es quien recauda los fondos. Pero el actual
Ministro de Justicia del usurpador no es el único culpable sino el
último de una larga cadena. Las cárceles paraguayas son lo que
son, desde hace mucho tiempo atrás. Se puede afirmar que desde la
época de la Colonia los presos en el Paraguay viven en el infierno.
Y también se puede afirmar y demostrar, que en la Isla del Diablo
se vivía mejor.
Dentro
de este panorama no es extraño que los presos se rebelen y
prefieran cualquier cosa a seguir en el penal. Lo milagroso es que
no haya habido rebeliones más frecuentes y mas graves. Lo que se
puede adelantar es que si las condiciones no cambian, se producirán
sucesos mucho más tristes.
Es hora de hablar del sistema penitenciario y hacer
algo para modificarlo. Creo que ya no se debe ocultar la cabeza en
el hoyo, porque la vergüenza del sistema penitenciario paraguayo
nos alcanza a todos.
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